LITURGIA: Memoria de la participación
salvífica de la Virgen a la Pasión de Cristo
En este día la comunidad
cristiana se reúne para celebrar la Pasión del Señor con la Liturgia de la Palabra
y la Adoración de la Cruz pues el propósito es recordar la crucifixión de Jesús
y acompañarlo en su sufrimiento.
La Orden de
los Siervos no olvida que junto a la cruz está la Madre y en Ella está presente
la fuerza de la carne y de la sangre y el efecto noble y humano de una madre
por su hijo. Este dolor, junto con el hecho de que María haya vivido todo lo
que había vivido en la pasión de su hijo, muestra su compromiso de
participación total en el sacrificio redentor de Cristo; no rechazó la
espada que había anunciado Simeón, y aceptó con Cristo el designio misterioso
de su Padre. Ella es la primera partícipe de todo sacrificio. María queda como
modelo perfecto de todos aquellos que aceptaron asociarse sin reserva a la
oblación redentora.
Hoy, por las
circunstancias que concurren no podremos asistir físicamente a nuestros templos
a celebrar la liturgia del día, pero a la que podremos unirnos espiritualmente.
Al contemplar la cruz, al adorarla, encontraremos más que nunca junto a ella la presencia maternal de María, por eso os
invitamos a realizar devotamente la consideración que la liturgia de la Orden
de los siervos dispone para esta celebración y que podemos hacer en casa
encendiendo una vela junto a una imagen de la Madre Dolorosa:
VIERNES
SANTO CELEBRACION DE LA PASION DEL SEÑOR
Introducción.
1. Según una antigua
tradición, en la tarde del Viernes Santo suele celebrarse, en las iglesias de
nuestra Orden, un piadoso ejercicio para recordar el dolor que sufrió la
santísima Virgen al pie de la cruz y la cruel soledad que soportó después de la
muerte de su Hijo.
2. En aquellos lugares en
donde parezca oportuno conservar este ejercicio tradicional, conviene
celebrarlo de tal manera que ni el carácter de la celebración, ni la hora
elegida, ni cualquier otra circunstancia disminuyan la importancia debida a la
solemne liturgia con que la Iglesia celebra en este día la pasión y la muerte
del Señor.
3. En general, es preferible
que la memoria de la participación de la Virgen al sacrificio pascual de Cristo
se disponga convenientemente dentro de la
acción litúrgica con que se celebra la pasión del Señor. De este modo se
verá más claramente cómo la Virgen está indisolublemente unida a la obra
redentora de su Hijo (cf. Sacrosanctum Concilium, 103).
Celebración
de la memoria
4. Terminada la adoración de
la cruz, el celebrante se dirige a los fieles éstas o semejantes palabras:
Queridos
hermanos, acabamos de adorar solemnemente la cruz: nuestro Señor Jesucristo,
muriendo en ella, cumplió la voluntad del Padre y redimió al género humano.
Por
designio de Dios, también la Madre estuvo junto a la cruz del Hijo: había
llegado la hora establecida por el Padre y anunciada por Jesús en las bodas de
Caná.
Allí,
en el Calvario, la espada vaticinada por el profeta Simeón traspasó el alma de
la Virgen.
Allí,
junto a la cruz, María, mujer fuerte, padeció un dolor inmenso y, adhiriendo
generosamente al sacrificio de su Hijo, se asoció con ánimo materno a su pasión
y muerte.
Allí,
la Virgen recibió del Hijo moribundo, cual testamento de su amor divino, la
misión de ser madre de todos los hombres.
Allí,
junto al nuevo árbol de la vida, María reparó el daño causado por Eva; y,
sostenida por la fe animada por la esperanza e inflamada por el amor, se
convirtió en modelo de madre y discípula para toda la Iglesia. Adorando, pues,
el proyecto salvífico de Dios Padre, cuantos hemos celebrado la memoria de la
pasión del Hijo, recordemos también los dolores de la Madre.
5. Terminarla la monición, el
celebrante enciende una vela colocada delante de la imagen de la Virgen:
símbolo de la fe que, en aquella hora de oscuridad, brillaba en el corazón de
santa María. Luego el diácono (o el mismo celebrante) invita a los fieles a
orar unos momentos en silencio diciendo éstas o semejantes palabras:
Orad,
hermanos, en el silencio de vuestros corazones.
6. Después de la oración en
silencio, se canta la antífona:
Declina la tarde,/y del
costado abierto brota la vida:/junto a la cruz, María es madre de nuevo,/madre
de la Iglesia,/pueblo de la nueva Alianza.
O bien se cantan algunas
estrofas del himno Stabat Mater
según la división propuesta en la Liturgia de las Horas para el 15 de septiembre, o algún otro canto que, por
el contenido y el valor literario y musical, sea adecuado a esta celebración.
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