martes, 22 de agosto de 2023

SAN FELIPE BENICIO. DESDE UN CONCLAVE Y UN BAÑO A LA DUCHA MODERNA

 Puede sorpender el epígrafe de esta entrada en nuestro blog, pero queremos aprovechar la cercana festividad de san Felipe Benicio, gran figura de la Orden de los Siervos y primero de sus canonizados, para a raíz de un momento histórico de la vida del Santo adentrarnos en su presentación y en la `posterior influencia en tiempos más recientes.



Durante los casi ochocientos años de existencia de la Orden, san Felipe ha sido siempre un referente, su personalidad constituye un paradigma para los Siervos, a él se debe en gran medida el reconocimiento legal de la Orden. La iconografía tradicional nos presenta la figura nuestro Santo en la contemplación  del crucifijo pues en sus últimos momentos (22 de agosto de 1285 ) pidió que le entregaran la cruz, muriendo abrazado a ella; el otro motivo es por lo general la tiara pontificia colocada a sus pies, ya que san Felipe la rechazó ocultándose en un lugar del Monte Amiata, motivo que hoy nos centra.



Un conclave.

Italia durante el siglo XIII fue campo de batalla entre los poder del emperador y del pontífice; su población se dividió en los conocidos bandos de Güelfos y Gibelinos  que promocionaron revueltas en muchas ciudades, obligando a que en largos períodos el papa abandonara Roma, a veces por seguridad y otras como prisionero. Los orígenes de la Orden de los Siervos se encuentran en esas luchas en la ciudad de Florencia.

La ciudad de Viterbo se convirtió en sede de la curia pontificia desde  1257 a 1281. En ella tuvo lugar la elección de cinco papas, produciéndose el más largo de los conclaves de la historia pues duró 34 meses; cuestión que se resolvió al final al poner la ciudad a pan y agua a los cardenales y destejándole la sala de reuniones. El elegido será Gregorio X, que en el II Concilio de Lyon decretará la creación del conclave – aplicando a los cardenales los métodos usados por el pueblo de Viterbo-.

Felipe Benicio como General de la naciente orden era conocido en la curia donde trabajaba en consecución de la Bula de aprobación definitiva de los Siervos. Según la tradición, conociendo el propósito de cardenal Ottaviano degli Ubaldini, de proponerlo al solio pontificio, para superar las dificultades del cónclave en Viterbo, a la muerte del papa Clemente IV,  obligó  a san Felipe a esconderse en Monte Amiata durante unos tres meses para no aceptar la propuesta. Momento que se representa en el relieve de la fachada principal de San Marcelo en Roma.

 

(REYMUNDINEZ, Lorenzo. Tratado histórico y panegírico, dividido en tres partes. Vida portentosa de San Felipe Benicio. Barcelona: Francisco Guasch, 1713. pp. 129-130)

Los Baños de San Felipe.

Cercano a Siena se encuentra el Valle de Orcia, parque natural reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, donde destaca un antiguo volcán extinguido que da su peculiar forma redondeada al Amiata (1750 m). En sus laderas puede visitarse la escondida gruta donde nuestro santo se ocultó algunos meses. En recuerdo de este aislamiento se creará poco tiempo después una comunidad eremítica de Siervos, que en 1580 fue incluido en la lista de conventos de la Provincia de Toscana; fue suprimido en 1652 como otros pequeños conventos por decreto del Papa Inocencio X debido a su estado de semi-abandono.



Aún hoy la zona de la cueva es un lugar agreste y silencioso; está formada por dos grandes bloques de piedra y un pequeño muro que la cierra. Actualmente, una lampara y una pequeña imagen de san Felipe nos recuerdan su estancia.

Los campesinos de esta zona ayudaron aquel huidizo ermitaño y facilitaron la manutención al santo; ante la petición de sus habitantes de que no los abandonara, el santo hizo brotar de las piedras un manantial de aguas curativas. En ese lugar construyeron una capillita que da nombre al pequeño pueblo: Bagni San Filippo.

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Estas aguas termales son aguas hipertermales sulfurosas- magnésicas  que aún en pleno invierno brotan a 48°; a sus propiedades se suman las del lodo natural que se deposita en pequeñas piscinas naturales.




FOTOS MANANTIALES

Será en el siglo XV cuando las aguas de esos manantiales se hacen famosas por sus propiedades, hasta ellas llegará el gran Duque Fernando para curarse de sus migrañas crónicas, favoreciendo el ser conocidas estos baños por la nobleza italiana y en otras cortes europeas.

 

La doccia italiana de san Felipe, nuestra ducha.

El poder curativo de las diferentes aguas termales del Monte Amiata son conocidas desde época romana en la que se creía que el Dios saturno, enfadado con los humanos, había lanzado un rayo contra el monte calentando sus aguas y haciéndolas imbebibles.






El lugar se denominó Saturnia, existen aún algunas construcciones romanas que muestran el uso como termas. Quizás deba atribuirse a San Felipe la bendición de aquellas aguas, de olor fuerte, que ejercen numerosas acciones biológicas en el organismo, eficaces para la piel, aparato respiratorio y aparato locomotor. La presencia de un santo bendice el lugar donde habita y bien pudo usarse nuevamente para el baño un lugar demoniaco del dios saturno, en un momento histórico donde lavarse se consideraba perjudicial para la salud y pernicioso para la moral.

A mediados del siglo XVI el médico Jean Pidoux (1550 -1610) médico del rey Enrique IV . introdujo la  doccia (= ducha) italiana en Francia. Recibe el encargo del duque de Nevers de estudiar el poder sanitario de este tipo de baño, ya que se alejaba de la inmersión y colocaba al individuo bajo un tipo de lluvia. Pidoux se inspirará en los baños de San Felipe  en el Amiata, donde los pacientes recibían el agua desde una alta construcción, quizás restos romanos, desde la que caía el agua caliente con presión debido a su altura.




Portada del libro de Pidoux .La vertu et usage des fontaines de Pougues en Nyvernois, et administration de la douche, 1597.

 

Estas particularidades se recogen  en el artículo “El renacer de la ducha a través de lo sentido” de Gispert Hernández (Universidad Politécnica de  Madrid).

 

(https://www.academia.edu/35087209/El_renacer_de_la_ducha_a_trav%C3%A9s_de_lo_sentido_Rebirth_of_the_Shower_through_the_Senses)

 

Una de las primeras descripciones de la ducha o doccia italiana corresponde a la marquesa de Sevigné, modelo que sigue de cerca los baños de san Felipe, pero en cuestión de sentimiento es coincidente con las anteriores apreciaciones de sufrimiento purgante que produce en madame de Maintenon, el mariscal de Villars o en madame de Récamier para los cuales la ducha está entre el dolor y el alivio.   Hasta llegar a la famosa novela  La Margot de Jogand donde la ducha sirve para matar a la criada díscola. Poco más tarde el balneario de Vichy hará de la ducha terapéutica un uso normalizado y gracias a sus beneficios sanitarios irá imponiéndose.



Los Baños de San Felipe constituyen hoy una zona de aguas termales muy importante con centros especializados en salud, aún así los manantiales mantienen el baño gratuito. Es muy conocida la roca con el título de la Ballena blanca cercana al lugar donde habitó el santo



Entre los milagros más antiguos atribuidos a San Felipe Benicio se encuentran tres de ellos en los que el agua es el motivo central. Tanto del que hemos comentado hoy de los Baños de San Felipe, en el que se nos muestra como nuevo Moises abriendo la roca para dar de beber al pueblo sediento en el Amiata. 

 


Este grabado pertenece a la obra “Vita B. Philippi Benicii Florent. Ord. Servidor[um] B. Mariae Virginis” editado en 1591 -se encuentra en el Ijksmuseum (Amsterdam)- .

También en otra ocasión hizo aparecer agua para satisfacer la sed de un compañero camino de Alemania como recoge actualmente el ritual de la bendición del pan y del agua en la misa de su festividad.

 

Últimamente se ha podido conocer un lienzo en el que se representa la oración de San Felipe para que manara agua en Monte Senario, lugar donde se conserva la cueva que habitó y la fuente del santo.

 

FOTO LIENZO senario

Esta obra ha sido donada en 2011 al Museo del Palacio Pretorio por la condesa Angela junto con otro perteneciente a la capilla del Palacio degli Spini en Peretola . Ambas obras son las últimas ejecutadas por el genial pintor renacentista Alessandro Allori. La otra obra es la multiplicación de panes por san Tito, ambas nos recuerdan el problema atávico de las hambrunas y sequías, con la posibilidad de resolverlas acudiendo a la religión.

martes, 15 de agosto de 2023

MONTE SENARIO, CUNA DE LA ORDEN.(1)

Venid, veamos el lugar que el Señor nos ha preparado, subamos al monte del Señor


Entonces subieron a la montaña y en su cima construyeron una pequeña casa como su primera casa y aquí, dejando la primera casa que habían tenido en Florencia, mudaron su hogar.
(Leyenda de origen, 41)

La proximidad de la fiesta de la Asunción nos lleva a recordar, según la hagiografía tradicional de los fundadores de la Orden, el día en que un grupo de miembros pertenecientes a la Sociedad Mayor de Santa María de Florencia determinan llevar una vida de penitentes en nombre de la Santísima Virgen. Allí se sitúa la entrega del escapulario a nuestros fundadores.


El relato más antiguo que se conserva sobre los inicios de nuestra Orden, la Leyenda de Origen, sitúa el inicio de este movimiento nueve años antes de un gran eclipse solar visible en Europa,  lo que nos da la fecha de 1233. En torno a esa fecha un grupo de seglares, algunos casados, deciden reunirse para adoptar una vida de penitencia – en ese momento los penitentes públicos gozaban de estatus jurídico tanto eclesial como social-.  Estos primeros momentos nos son casi del todo desconocidos y nos movemos en el campo de la hipótesis histórica.  La difícil situación política y religiosa de la sociedad florentina nos puede dar pistas.  La ciudad se había convertido en poco tiempo en el centro de las discusiones entre el poder imperial y el pontificio, llevando al enfrentamiento constantes de sus vecinos, pero a la vez había triplicado su población y creado una moneda muy fuerte, el florín, que servirá como moneda internacional en el continente.

El documento más antiguo que recoge la existencia de este grupo “siervos de santa María”, es de 1245, poco antes de la subida a Monte Senario. Se trata de una escritura notarial que constata  un primitivo grupo, ligado un tiempo al hospital para indigentes-enfermos-peregrinos de Santa María de Fonte Viva. Con probabilidad pertenecieron a la Sociedad de la Virgen (instituida poco tiempo antes por el santo dominico Pedro Mártir) cuyos miembros hereden el mismo título, grupo y sociedad al que debieron haber pertenecido los Siete fundadores de la Orden

La subida a Monte Senario, a dieciocho kilómetros de la ciudad, tubo lugar a finales de 1245 o inicios del siguiente año del grupo, para establecer allí una comunidad eremítica, viviendo en cuevas y  algunas precarias construcciones. Será éste un tiempo de maduración espiritual: donde adopten la Regla de San Agustín con aprobación del obispo de Aringo de Florencia, donde reciben la renovación de protección del pontífice Alejandro IV, el Acta de pobreza donde se inscriben todos los nombres de la comunidad; todos estos documentos hasta 1256 sitúan la vida comunitaria en el Senario.

La comunidad en estos primeros años está formada por veinte frailes que tienen como prior a fray Figliolo (Bonfilio) y cuentan ya con varios sacerdotes entre ellos, a los que se le da potestad pontificia para acogida de los laicos, absorbiendo de la excomunión a los que apoyaban al emperador Federico II.  Este privilegio pontificio muestra la importancia o fuerza con la que cuenta ya el grupo originario de los Siervos, quizás por pertenecer algunos de los “fundadores” a las familias de mercaderes que destacaban por su apoyo al solio pontificio y a la guía espiritual de San Pedro Mártir enviado por el Papa como inquisidor a esa zona y que tal como recoge la Leyenda de Origen mostró su apoyo al grupo al que dotó de Regla y hábito, dos cuestiones esenciales para constituirse legalmente como grupo religioso católico.

Al grupo establecido en Monte Senario se fueron agregando nuevos miembros que optaban por esa nueva experiencia de vida religiosa y seglares que se sentían atraídos por su espiritualidad y otros a los que se les había levantado la excomunión.  Situación que va a permitir hacia 1250 la aparición de dos nuevas comunidades: una en la zona de Cafaggio - establecimiento diferente al que luego será la Annunziata- y otra en la población de Borgo Sansepolcro. En el período de los veinte siguientes años las comunidades de la Orden de los Siervos de María se extenderán por Alemania.

Monte Senario es el lugar, el espacio donde el grupo inicial encuentra su camino espiritual, fortalece o determina la idea de crear una vida comunitaria centrada en la figura de María, Domina nostra, a la que se toma no sólo como “aglutinadora” del grupo sino como verdadera fundadora del mismo. Si la hagiografía posterior ha fijado el día de la Asunción en Monte Senario como momento de aparición y entrega del escapulario (hábito), puede encontrarse reflejo de ello en la constitución formal de la nueva comunidad religiosa bajo la regla de san Agustín y un hábito, al que tiempo poco más tarde se justifica su color en “recuerdo de la viudez de Nuestra Señora”.




De aquellos primeros momentos en Monte Senario quedan algunas huellas, casi de pura arqueología. Del pequeño habitáculo, del que nos habla la Leyenda de Origen, construido por los siete Padres no queda vestigio alguno, quizás por la precariedad de sus materiales. Éste, era un espacio común donde en alguna ocasión se reunían los ermitaños, propio de estas comunidades nacidas en oriente; los hermanos vivían en soledad, cada uno en su cueva o cabaña, acudiendo en algunos momentos a una casita – denominada domucula-.  Los restos más antiguos en el actual convento de Monte Senario se remontan a una construcción de los primeros años del siglo XIII, donde se localiza la tradición de la aparición de la Virgen a los Siete. La portada añadida a este espacio es algo posterior y abierta en orientación diferente a la original.




Otros espacios, cercanos al convento, serán las cuevas donde vivieron estos primeros ermitaños y en las que vivió san Alejo, unos de los Santos Fundadores, que murió centenario en 1310. También la que habitaría San Felipe Benicio años más tarde, precedida por un templo de piedra construido en el 1629, donde los peregrinos extraen agua para estar protegidos por el santo.