Recientemente hemos recibido la donación de un
ejemplar de la práctica devocional de la Corona Dolorosa, tal como la
practicaban los hermanos de la Tercera Orden servita de Carmona en el siglo XIX. Hasta este momento desconocíamos la
existencia de este u otros manuales de la corona editados por la V.O.T. ,
práctica devota que los siervos de María del Salvador hemos mantenido siempre a
través de los siglos y que ha
constituido una devoción distintiva de nuestra
especial espiritualidad.
Se trata de un pequeño opúsculo en aproximadamente
formato A6 - 10 x 15 cm -, con una portadilla en color malva donde aparece el
título de la obra que también se reproduce con idéntica tipografía en la
portada interior, aunque en la portadilla
va enmarcada por una cenefa modernista : "+ CORONA DOLOROSA-
MEDITACIONES, PONDERACIÓN Y AFECTOS/ DE LOS /SIETE DOLORES /DE LA VIRGEN SANTÍSIMA/
QUE LA CONGREGACIÓN/ DEL VENERABLE ORDEN TERCERO DE SIERVOS DE MARÍA/ VENERA/
EN LA REAL PARROQUIA DEL SALVADOR/ DE ESTA CIUDAD". En la contraportada
dibujo de cruz orlada de resplandor, sobre tres cabezas de ángeles y enmarcada
por cenefa de trazos neogóticos.
La obra está fechada en la parte inferior de la portadilla y
portada interior "CARMONA.-1888" editada en esta ciudad en el
"Establecimiento Tipográfico de LA REVISTA, Sancho-Ibáñez 16" en Carmona.
Breve
descripción de la práctica
El librito divide en dos partes el formulario,
en primer lugar el rezo propiamente dicho de la corona tal como se rezaba en
los actos comunitarios, pues se inicia con la siguiente fórmula: "COMIENZA
EL GORRECTOR", el corrector era el superior de la orden tercera: hermano sacerdote
elegido por la fraternidad hasta que a primeros del siglo XX sería ya ocupado por un hermano seglar. La fórmula de inicio era
"Deus in adjutorium meum intende", con la respuesta: "Domine ad
adjuvandum me festina," primer verso del Salmo 69. Estas palabras forman
la oración introductoria a cada hora de los breviarios romanos, monásticos y
ambrosianos, excepto durante los últimos tres días de la Semana Santa y en el
oficio de difuntos. Mientras se recitan, o se cantan, todos los presentes se
persignan con la Señal de la Cruz. La tradición dice que San Benito introdujo
esta costumbre en el oficio monástico y que San Gregorio I la extendió a todas
las iglesias romanas. Juan Casiano (Coll., X, 10), sin embargo, dice que desde
los primeros tiempos cristianos los monjes usaron esta introducción muy
frecuentemente, probablemente fuera de las oraciones litúrgicas. Al poner esta
súplica al comienzo de cada hora, los servitas carmonenses imploraban la ayuda de Dios contra las distracciones en
la oración.
A continuación viene en el formulario el OFRECIMIENTO que recoge los textos devotos sobre cada uno de los Siete Dolores
dándose la curiosidad de que en cada uno de ellos se rezaba una decena de Ave
Marías y no la septena como ahora, a
pesar de que algunos de las antiguas hermanas poseían el rosario o corona de
siete misterios con las siete cuentas. A continuación una vez terminado el rezo
de los dolores se añadía en las tres Ave Marías una oración de súplica por el
perdón de los pecados : "... os
pedimos amorosísima Madre que nos alcancéis de su Magestad un copioso don de
lágrimas, para llorar nuestras culpas, y alcanzar por vuestros Dolores, y los
de vuestro Divino Hijo, el perdón de todas ellas, para así asegurarnos el
premio eterno de la Bienaventuranza. Amén".
El rezo de la Corona concluía con el
"Ofrecimiento de la Corona", una extensa oración que tomando como
ejemplo la mansedumbre y confianza de la María en todos sus dolores rogaba a la
Virgen dolorosa: "os suplico, nos alcancéis caridad y fervor en la Oración,
paciencia en los trabajos, humildad con las afrentas, esfuerzo en las
aflicciones, perseverancia en el bien obrar, una buena y acordada
muerte..." terminando la oración con el agradecimiento de los favores
recibidos "nos continuéis estos favores y nos seáis verdadera Madre y Señora, pues
en todo estamos á vuestra cuenta. Amén" , continuándose con la
Letanía.
La segunda parte del oracional recoge, tras
enunciar cada uno de los Dolores, tres prontuarios, compuestos de:
.- Consideración:
inicia siempre con la palabra "consideremos" para presentar los
textos evangélicos donde cada uno de los dolores se recogen o se inspiran.
.- Ponderación:
Del latín
ponderatio, se trata de una consideración espiritual sobre cómo María vivió
cada uno de los momentos dolorosos y en el que se invoca la atención de los
hermanos con formulas como "Ponderemos, Consiervos amados..."
"dilectísimos hermanos", "fervorosísimos Hermanos" o
"almas devotas"
.- Afectos
después de la Meditación. Se intuye
que tras la "ponderación" debía existir un tiempo para la reflexión
mental, concluyéndose con la recitación de una oración de súplica a Nuestra
Señora a la que se invoca como "¡ Ó Dolorosísima Madre!, ¡ Ó afligida y
desconsolada Madre!, ¡ Ó afligidísima Virgen! ¡ Ó Madre piadosísima !...
invocaciones que se repiten para conseguir en los fieles un estado co-doliente
y de piedad con la imagen de la Virgen Dolorosa de la que se procura " aprenda a sentir vuestros dolores y
las ausencias de Dios en mi alma... os acompañe
compasivo en vuestra dolorosa soledad, hasta que mediante vuestra
poderosa intercesión, vaya a gozar vuestra amable compañía y la de vuestro
Santísimo Hijo y mi Soberano Redentor. Amén."
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