Treinta y
uno de mayo
La fiesta de la Visitación narrada en
el Evangelio de Lucas 1,
39-56 nos remite a "una celebración que conmemora
un acontecimiento salvífico, en el que la Virgen estuvo estrechamente
vinculada al Hijo"(MC); y más concretamente se indica la fiesta
"en que la liturgia recuerda a la santísima Virgen que lleva en su seno
al Hijo, que se acerca a Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y
proclamar la misericordia de Dios salvador" (n. 7). Aunque
parezca extraño, la conmemoración de
este acontecimiento salvífico evangélico, careció de una celebración litúrgica antes
del siglo XIII. . A pesar de que el
calendario postridentino de San Pío V abolió todos los Oficios propios y le
señaló el mismo Oficio de la Natividad, la Orden de los Siervos de María mantuvo su
octava hasta la reforma del Concilio
Vaticano II.
I- Historia de la fiesta
Llama poderosamente la atención que la visita
que la Virgen María hizo a santa Isabel , no tuviera desde antiguo una fiesta litúrgica a pesar de
contener un verdadero
"acontecimiento de gracia" en el sentido más literal del
término. El texto evangélico en el que
se narra la escena se asignó desde el
siglo VI en la liturgia romana al viernes de las Témporas, tercera domínica de
adviento; sin embargo, no se trataba de una fiesta independiente, sino de
un mero recuerdo litúrgico en orden sobre todo a la preparación de la Navidad
del Señor.
Se ha apuntado la posibilidad de que en el
siglo XIII los franciscanos adoptaron el 2 de julio - fiesta de Blaquernas-
como fiesta litúrgica que conmemoraba la Visitación. Ese día la Iglesia ortodoxa
s celebra la "Deposición del venerable vestido de nuestra
santísima señora y madre de Dios en Las Blaquernas" - devolución a su
santuario de la reliquia robada del vestido de la Virgen- y nada tiene que ver
con la Visitación a pesar de que más tarde se fijara en la Iglesia católica la
fiesta litúrgica.
El primer dato que encontramos para fijar una
memoria litúrgica del acontecimiento en casa de Isabel, se remonta a la época
del Cisma de Occidente en la que el arzobispo de Praga Juan Jenstein
(1348-1400), defendió el valor teológico de la celebración por el hecho
de tener sus raíces en el evangelio de Lucas, y trabajó por la difusión de la celebración de la fiesta que
debía celebrarse cada año el 28 de abril. El sínodo diocesano del 16 de junio
de 1386 promulgó para su diócesis la introducción de la fiesta de la
Visitación de la Virgen; él mismo escribió el Oficio litúrgico que remitió a obispos y superiores de órdenes
religiosas, solicitando al Papa su institución en el misal romano. A pesar del
Cisma la nueva festividad se instituyó durante el jubileo de 1390, razón por la que se añadió a las tres basílicas jubilares
también la de Santa María la Mayor.
El papa Urbano Vl determinó que la fiesta de
la Visitación se fijase en el calendario litúrgico el 2 de julio, pero no
se decretó debido a su muerte y Juan Jenstein debió de acudir a Bonifacio IX que promulgó la bula Superni benignitas Conditoris, con
la cual extendía a toda la iglesia occidental la nueva festividad
mariana; el documento lleva la fecha oficial del día de la coronación del mismo
Bonifacio IX, es decir, el 9 de noviembre de 1389.
2. DIFUSIÓN DE LA FIESTA.
Como es de suponer la fiesta no se impuso en
todas las diócesis, pues los seguidores
de Clemente Vll la ignoraron o
incluso la rechazaron. Por eso, después del cisma, el concilio de
Basilea,
en la sesión del I de julio de 1441, hubo de confirmar la bula de Bonifacio IX ordenando que
Tomás de Corcellis compusiese un oficio nuevo, que alcanzó una cierta difusión.
en la sesión del I de julio de 1441, hubo de confirmar la bula de Bonifacio IX ordenando que
Tomás de Corcellis compusiese un oficio nuevo, que alcanzó una cierta difusión.
En el concilio ecuménico de Florencia
(1438-1445) los patriarcas sirio, maronita y copto aceptaron la fiesta -
aún hoy la celebran en la fecha romana-. Nicolás V, publicó de nuevo
en 1451 la bula de Bonifacio IX para que todas las iglesias particulares aceptaran
unánimemente la fiesta. En la liturgia
de los franciscanos se introduce por Sixto IV, en 1475, el nuevo oficio propio.
Tras la reforma de Trento, San Pío V, abolió
los diversos oficios y misas en uso para dicha fiesta, y adoptó los
oficios de la Natividad de María con unas pocas modificaciones necesarias
para su adaptación; Clemente VIII, la elevó al nuevo rito por él
introducido de doble mayor, hizo componer un nuevo formularios para el
oficio y la misa de la Visitación persistieron hasta la reforma del Vaticano
II.
3. FECHA DE LA FIESTA.
El obispo Juan Jenstein, en su carta a Urbano
Vl, propuso como fecha de la celebración el 28 de abril. pues la fiesta
se refiere a lo ocurrido después de la anunciación; parece que prevaleció
la opinión según la cual, si se tiene en cuenta que el evangelio dice
expresamente que María permaneció en casa de Isabel tres meses, también
la fiesta de la Visitación puede colocarse en el espacio de tres meses a
partir de la fiesta de la Anunciación.
La Iglesia latina fue el 2 de julio, la
elección de esa fecha está relacionada con la del Nacimiento de Juan Bautista
(24 de junio) y tras los ocho días de la octava de esta celebración, día en el
que se impondría el nombre al hijo de su prima Isabel y en el que María
regresaría a Nazareth. La otra opción, colocarla cerca de la Anunciación, la
hubiera fijado durante la cuaresma y quedaría la mayor parte de los años
imposibilitada su celebración.
La reforma de Pablo Vl el 14 de febrero
de 1969, además de atribuir a la
celebración de la Visitación el grado litúrgico de "festum", la trasladó
al 31 de mayo; de este modo la festividad de la Visitación de María
viene a situarse entre las solemnidades de la Anunciación del Señor (25
de marzo) y de la Natividad de san Juan Bautista (24 de junio), pues así
"se adapta mejor a la narración evangélica".
La Iglesia alemana, sin embargo, ha
conservado la fecha del dos de julio, para celebrarla junto con los luteranos.
En la comunión anglicana es una conmemoración. En la Iglesia
Ortodoxa se adoptó en el siglo XIX, por
la labor litúrgica del Archimandrita Antonin Kapustin (+1894), sin embargo, no
ha sido aceptada por todas las Iglesias bizantinas.
II. Interpretación litúrgico-pastoral de la fiesta
Evidentemente, el tema de la celebración de
la fiesta de la Visitación de María lo da el relato del evangelista Lucas
(1,39-56); en torno a este núcleo evangélico se desarrollan las restantes
partes de la liturgia del día.
Se podría valorar ese relato como un idilio
familiar o a modo de una instantánea de la
vida cotidiana de María; pero con ello no se captaría su valor profundo, puesto que la
Escritura inserta este episodio en un amplio marco histórico-salvífico bien reconocido por la
exégesis moderna: en el encuentro entre María e Isabel -en el cual se engasta el pasaje
profundamente simbólico entre Jesús y Juan- se da la tensión y el paso entre los dos
tiempos salvíficos, concretados en el encuentro vivo de dos representantes de cada una de
las épocas respectivas ("La ley y los profetas llegan hasta Juan; desde entonces se
evangeliza el reino de Dios...": Lc 16,16). Pues bien, comprender este importante
"acontecimiento salvífico", en el que la Virgen ejerce un papel excepcional junto al Hijo, es
realmente entrar de lleno en el corazón de la fiesta. En esto nos sirven de guía válida los
textos litúrgicos del nuevo misal romano.
vida cotidiana de María; pero con ello no se captaría su valor profundo, puesto que la
Escritura inserta este episodio en un amplio marco histórico-salvífico bien reconocido por la
exégesis moderna: en el encuentro entre María e Isabel -en el cual se engasta el pasaje
profundamente simbólico entre Jesús y Juan- se da la tensión y el paso entre los dos
tiempos salvíficos, concretados en el encuentro vivo de dos representantes de cada una de
las épocas respectivas ("La ley y los profetas llegan hasta Juan; desde entonces se
evangeliza el reino de Dios...": Lc 16,16). Pues bien, comprender este importante
"acontecimiento salvífico", en el que la Virgen ejerce un papel excepcional junto al Hijo, es
realmente entrar de lleno en el corazón de la fiesta. En esto nos sirven de guía válida los
textos litúrgicos del nuevo misal romano.
III- Fondo bíblico y eucológico
El misterio celebrado en la fiesta nos la
ofrece la doble primera lectura prevista en el propio del día. Ambas
inciden en el trasfondo del relato lucano que desarrolla el tema del traslado del arca de la alianza. De esta manera puede
manifestarse la celebración de los maravillosos efectos salvíficos que se
realizan no sólo en María, sino también alrededor de ella, y que nos atañen no
poco también a nosotros; si, en cambio, se escoge como primera lectura la perícopa
de Romanos, en el evangelio se pone de relieve el tema de la solicitud plena
de caridad de María para con su parienta Isabel, necesitada de ayuda.
Los textos de las oraciones del nuevo
formulario tienen el mérito de intentar una relectura en forma existencial
del acontecimiento celebrado en
este día manifestando algunas
dimensiones del gesto
singular realizado por María con Isabel. Más aún, se puede decir que las tres oraciones
singular realizado por María con Isabel. Más aún, se puede decir que las tres oraciones
La colecta, ante todo, pone de relieve
que cuanto hizo María es obediencia a la moción
del Espíritu divino; la oración sobre las ofrendas, por su parte, focaliza la acción de la Virgen como un gran acto de amor hacia el prójimo: "Señor, complácete... como te has complacido en el gesto de
amor de la virgen María al visitar a su prima Isabel". La oración después de la comunión, finalmente, pone de relieve la alabanza y acción de gracias de la Virgen santa: "Que tu iglesia te glorifique, Señor, por todas las maravillas que has hecho con tus hijos; y así como Juan Bautista exultó de alegría al presentir a Cristo en el seno de la Virgen, haz que tu iglesia lo perciba siempre vivo en este sacramento..."
Hoy, con María e Isabel renovamos nuestra esperanza y entonamos el Magnificat: Dios está de parte de los pobres y está viniendo para hacer justicia.
del Espíritu divino; la oración sobre las ofrendas, por su parte, focaliza la acción de la Virgen como un gran acto de amor hacia el prójimo: "Señor, complácete... como te has complacido en el gesto de
amor de la virgen María al visitar a su prima Isabel". La oración después de la comunión, finalmente, pone de relieve la alabanza y acción de gracias de la Virgen santa: "Que tu iglesia te glorifique, Señor, por todas las maravillas que has hecho con tus hijos; y así como Juan Bautista exultó de alegría al presentir a Cristo en el seno de la Virgen, haz que tu iglesia lo perciba siempre vivo en este sacramento..."
Hoy, con María e Isabel renovamos nuestra esperanza y entonamos el Magnificat: Dios está de parte de los pobres y está viniendo para hacer justicia.
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