En las Reglas definitivas de los terciarios servitas establecidos en el templo del Salvador de Carmona, aprobadas en 1784, se estipulaban los días y ocasiones en el que la Orden debía celebrar sus reuniones para el culto, bien para la Eucaristía, para las vigilias o luminarias o exequias, pero nada se apunta de otras prácticas piadosas que le eran propias.
La vida de
oración y las festividades que debían celebrar los seglares servitas estaban fijadas en las constituciones de la “Consortio Servorum sanctae Mariae”
de Martín V que nos presentan
un tipo de vida basada en la fraternidad, oración y pobreza. La oración común
subraya el ritmo monástico pues los
integrantes debían recitar todas las horas canónicas, en el caso de no poder
hacer el oficio canónico debían rezar 28 padrenuestros y 14 en las vísperas,
más 7 en cada una de las demás horas. A cada padrenuestro debía unirse un Ave
María en honor de la Virgen (Cap. VI La recitación de las horas canónicas); de igual forma debían recitar 50 salmos del salterio ante la noticia del
fallecimiento de algún hermano - en el caso de no saber leer debía rezarse cien
padrenuestros y al final de
cada uno dales Señor el eterno (Capítulo décimo sexto Muerte de hermanos
y hermanas y sufragios) Las reuniones generales para participar en la
Eucaristía se fijaban Cuatro veces al año, en las fiestas de Navidad del
Señor, Resurrección, Pentecostés, Asunción o Natividad la Virgen (Capítulo
octavo. Confesión y comunión )a
las que debían asistir confesados para poder comulgar.
Las
constituciones de Martín V conocieron a lo largo de los siguientes años
diversas "modificaciones" o mejor dicho ciertas interpretaciones para
poder adaptarlas a los cambios sociales y espirituales de las comunidades de
terciarios servitas. En España, como ya hemos apuntado en otros estudios,
contaron con un manual dado a la imprenta en 1687 bajo el título del "Congregante
y siervo perfecto de la SSma. Virgen de los Dolores" por el Provincial de los Siervos de María en
Aragón, el P. Fray Lorenzo Reymundínez, autor también del "Septenario y Corona dolorosa"
que sirvió para extender esta práctica piadosa propia de las congregaciones y
terciarios servitas. En Andalucía se pudo contar con otra
obrita publicada por el Arzobispo de Granada Don Diego Escolano: "Constituciones
de la Congregacion de los devotos Siervos de Maria Santissima [...] fundada en
el año de 1668 " y que
serviría como base para la redacción de las reglas particulares de muchas de
las congregaciones de nuestra región.
Los cultos en la
Regla de 1783.
La vida
cultual de la Orden Tercera de Carmona queda recogida en los capítulos VIII al
XI en los que se determinan las "Fiestas en obsequio de la Virgen
Santísima" (8), los ejercicios de piedad (9); los días de misa
con comunión general (10) y "De los sufragios de los Hermanos
Difuntos" (11).
Los
principales días de celebraciones se centralizaban como es lógico en las
fiestas marianas existentes en la liturgia de ese momento: Dolores, Asunción,
Natividad y Purificación - entendiéndose por el día de la Candelaria- . En
estas festividades la congregación debía citar por escrito a sus hermanos
avisándoles de la celebración de ser Misa de Comunión General lo que les
obligaba a realizar días previos la Confesión y determinándose en la Regla:
"que hasta que nuestros hermanos ayan comulgado, no empiezen a arrimarse a la varandilla (comulgatorio)
ntras. hermanas"(10) evitándose de este modo la proximidad de ambos
sexos en una misma fila.
La
celebración de las denominadas Misas de
Comunión General fueron de uso frecuentes por parroquias, hermandades y congregaciones
para solemnizar determinados días y hacer participar a un mayor número de
fieles, pues las misas diarias y en muchas parroquias las dominicales se
celebraban al alba por lo que una gran parte de la población trabajadora le era
imposible poder participar. Tras la
celebración del Concilio de Trento, san Pío V prohibió la celebración de la
Misa después del mediodía a excepción de la del Gallo, pues había que
asegurarse el ayuno eucarístico de doce horas.
Sólo los domingos se celebraba además de la de Alba otras misas, una a
hora Tercia (sobre las 09:00 hrs.) y poco antes del mediodía la Misa Mayor con
sermón desde el púlpito en castellano, única parte que no lo era en latín.
Los fieles
no acostumbraban a comulgar en las misas pues se consideraba que el sacerdote
comulgaba en sustitución del pueblo y tras la comunión debía tener unos minutos
de intimidad y oración personal, de forma que sí daba la comunión entre los
fieles perdería la concentración, tan importante después de haber recibido a Dios
mismo como alimento de su alma.
En algunas
ocasiones la comunión se repartía después de la misa en
el sagrario aunque en todo caso a un número muy selecto de fieles. Por eso en
ciertas ocasiones solemnes donde se llamaba a la participación de los fieles a
comulgar dentro de la misa ésta se designaba de Comunión General pues el ayuno eucarístico exigía entonces 12
horas sin comer antes de poder comulgar- por lo que no se podía cenar ni comer nada desde el día
anterior sobre las 6 de la tarde-. Se elegía por tanto para la misa de comunión
general, no la del alba, sino una posterior, la de Tercia pues permitía poder
cenar a la caída de la tarde. La celebración de la Misa era rezada y sin sermón, y cuando se iba a dar comunión a los fieles se daban tres golpes de
campanillas para que se acercaran a la barandilla a comulgar.
Terminada
la ceremonia se realizaba a continuación
un desayuno y posteriormente se volvía asistir a la Misa Mayor en la que el
predicador contratado exaltaba la devoción de la corporación.
Otro
culto importante era el Septenario "que
en memoria de sus Dolores, se haze en la Quaresma de cada año". Se iniciaba el domingo primero de Pasión para concluir el mismo viernes de Dolores -
según determina la Regla- lo que comportaba seis días de cultos centralizados
en la exposición del Santísimo con la
participación de importantes predicadores pues la homilía debía ser siempre una
exaltación de los valores de la Orden y de su espiritualidad; el Viernes de
Dolores se realizaba "con plátika y Procesión de Escapulario que hace esta
Congregación la tarde del Segundo Domingo de cada mes". Igualmente se determina en la regla para este
día que "siempre que tenga fondos
para ello aya de dar comida a los pobres de la cárcel el día de Viernes de
Dolores de cada año".
Para
la celebración del Septenario los hermanos debían contribuir "con diez y
seis maravedíes cada hermano y hermana anualmente" (C.VIII). Cultos que debieron de contar pronto con
afluencia de fieles pues dos años más tarde el cabildo "acordó poner bancas" para su celebración ya que en esa
época sólo las personas de cierto nivel económico llevaban sus
sillas/reclinatorios para las celebraciones religiosas permaneciendo la mayoría
de pie o en el caso de las mujeres sentadas sobre esteras. (Acta del 31 de
marzo de 1786)
Durante
el año los terciarios se reunían todos los viernes del año en el templo del
Salvador para realizar "el ejercicio
de la via-sacra y que en estos mismos días de fiesta se hace la corona de ntra.
Dolorosa Madre en su Capilla, y ante su Altar" (C.IX). En la obra el Congregante perfecto se determina esta celebración semanal en la
que tras una larga meditación se asperjaba a los fieles durante diversas
oraciones, la lectura del Evangelio del domingo precedente, y luego dos de los terciarios se colocaban junto al
altar para sostener un crucifijo y el otro una calavera mientras que el
Corrector daba lectura a cada dolor de la Santísima Virgen a los que se
añadiría el rezo del Padrenuestro, Ave María y Gloria. En cuaresma podía
imponerse el Ejercicio Penal o aplicación de disciplina.
Otro
momento en lo que los siervos se reunían y sostenían culto era con motivo del
fallecimiento de algún hermano por el que debían aplicarse "Siete Misas rezadas en memoria de los Siete Dolores de María
Santísima en su Altar y Capilla" y que debía celebrar el Corrector y
se abonaban mediante el pago de cuatro maravedíes por el resto de terciarios,
limosna que recogía el Padre de Almas.
Cultos no reglados
La
orden tercera debió de contar con cultos propios en san Bartolomé diferenciados de las Esclavas,
pues las quejas sobre ello subyacen en gran medida en los inicios del
pleito entre la congregación rosariana y los terciarios. En el Cabildo
constituyente se acuerda celebrar otra serie de celebraciones que no aparecen
en las recién aprobadas Reglas y que se dan a entender que cuentan ya con
cierta costumbre entre sus miembros, como era la celebración todos los viernes de una misa cantada "y que después de
concluida se diga y se haga su Rogativa por su aumento (de la orden) y demás
remedios espirituales y temporales de nuestros hermanos , que se pida por el
Barrio siempre que se verefique no haber devoto que pague el estipendio por ella"
(Acta. 3 de diciembre de 1784).
De
igual forma se aprueba organizar el cobrar las Luminarias a los hermanos "haciéndose el callejero
correspondiente por el dicho Padre Cura Corrector".
Nos
llama la atención que la reunión mensual para el culto que mantenían los
miembros de las órdenes terceras, no esté determinada en la regla pero si se
alude a ella como ya hemos mencionado al tratar del Viernes de Dolores donde se
sugiere "la Procesión de Escapulario que hace esta Congregación la tarde
del Segundo Domingo de cada mes". Siendo curioso el domingo elegido pues
lo acostumbrado era el tercer domingo y no el segundo, creemos que el cambio
quizás se pueda deber a dos razones: bien por qué las esclavas ya lo celebraran
en ese día o por no rivalizar con las otras órdenes terceras establecidas en
los conventos de franciscanos, dominicos y carmelitas de la ciudad, que
contaban con siglos de presencia en ella. Los servitas iniciaron este culto mensual celebrándolo con solemnidad y por las calles
colindantes de la Parroquia del Salvador lo que vendrá a provocar un nuevo
enfrentamiento con las Esclavas que protestan ante las autoridades este modo de
proceder ya que no estaba recogido en las reglas del Orden Tercero. Particular
que se describe en las actas y que en otro momento dedicaremos un estudio.
A
lo largo de las siguientes centurias los cultos continuarán sin cambio alguno,
sólo los que las diferentes crisis sociales, sanitarias y económicas van a
imponer en determinados momentos. A mediados del Siglo XIX se incorpora un
Quinario en honor del Niño del Dulce Nombre - desconocemos en qué mes se
realizaría- pero por las partidas económicas podemos suponer debía celebrarse
con cierta solemnidad y para el que compusieron diversas Coplas al uso del
momento. La unión con las Hermandades Sacramentales y de Ánimas de la Parroquia
fomentó el culto eucarístico, realizándose para ello un magnífico manifestador
en plata de ley con el escudo de la congregación, compuesto por dos óvalos con
el corazón traspasado en uno y el anagrama de Cristo en el otro, todo bajo un
pabellón y corona real. Las piezas de plata de este manifestador se encuentran
en la Parroquia de Santa María, unas sin uso y otras aplicadas a una pieza que
se usa desde hace algunos años como fondo del crucifijo en el altar
portátil que se usa para la novena de
la Virgen de Gracia Patrona de Carmona.
Práctica devocional diaria.
Las
Constituciones de Martín V estipulaban que los terciarios - en ese momento
vivían junto a los conventos de la Orden- se unieran a la celebración de las
Horas Canónicas o bien lo sustituyeran por el rezo de Padre nuestros; al
erigirse las congregaciones de terciarios fuera de los conventos o vivir lejos
de ellos los seglares están impedidos de poder asistir, por lo que se
determinaron diversos momentos en los que con diferentes oraciones el terciario
consagraba el día y sus labores a Dios por medio de su devoción a la Santísima
Virgen tal como recoge el Padre Fray Lorenzo Raymundínez. Cada uno de estos
momentos contaban con oraciones propias, lo que fomentó la edición de pequeños
libritos oracionales que acompañaban a los hermanos y poder hacer las oraciones
al levantarse, a media mañana, antes de comer, a media tarde y antes de dormir.
Los sábados, día consagrado a María, el devoto podía ayunar o realizar alguna
mortificación.
Otras
prácticas habituales era la visita a los enfermos pobres, visitando los
hospitales y procurando meditar con ellos; realizar sufragios por las almas del
Purgatorio; tratar bien a los criados - si los tuvieran- y dar limosna a los
pobres. Todo un ejercicio y práctica de las obras de Misericordia.
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