En la festividad litúrgica del santo de los sagrarios
abandonados San Manuel González, el próximo día 4 de enero, nuestra Fraternidad
va a recibir la donación de una reliquia de este santo sevillano que ha sido
recientemente canonizado por el Papa Francisco.
En la Auténtica, firmada y sellada por
el Postulador General Fray Romualdo Rodrigo O.A.R., se certifica que en la teca
lacrada se encuentra un fragmento de hueso de San Manuel González
SAN MANUEL GONZÁLEZ. Reseña
biográfica.
“…
¡Nada! Yo no os pido ahora dinero para los niños pobres. Ni auxilio para los
enfermos. Ni trabajo para los parados. Ni consuelo para los afligidos. Yo os
pido una limosna de cariño para Jesucristo Sacramentado; un poco de calor para
esos Sagrarios tan Abandonados. Yo os pido, por el amor de María Inmaculada,
Madre de ese Hijo tan despreciado, y por el amor de ese Corazón tan mal
correspondido, que hagáis compañía a esos Sagrarios Abandonados."
Nació
en Sevilla en 1877 en el seno de una familia humilde y profundamente religiosa.
Su padre, Martín González Lara, era carpintero, mientras su madre Antonia se
ocupaba del hogar. Se ordenó sacerdote en 1901. Arcipreste de Huelva donde fué
capellán de los servitas, Obispo de Málaga y posteriormente de Palencia. Murió
en Madrid el 4 de enero de 1940.
Siendo
un joven sacerdote, fue enviado a predicar una misión a Palomares del Río.
Esperaba una gran acogida, un pueblo fervoroso, grandes conversiones y muchas
confesiones. Sin embargo, encontró un pueblo frío, nadie salió a recibirlo, ni
acudieron a su convocatoria. Encontró, una iglesia restaurada pero descuidada
y, además, algo que le produjo una sacudida al corazón, algo que cambió
su vida: a Jesús Abandonado en su Sagrario, sucio y olvidado. "
Allí me quedé un rato largo y allí encontré mi plan de misión y alientos para
llevarlo a cabo: pero sobre todo encontré… allí, de rodillas ante aquel montón
de harapos y suciedades, a través de aquella puertecilla apolillada a un Jesús
tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba… sí. Me
parecía que después de recorrer con su vista aquel desierto de almas, posaba su
mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más, que me
hacía llorar y guardar al mismo tiempo las lágrimas para no afligirlo más, una
mirada en la que se reflejaba una ganas infinitas de querer y una angustia
infinita también por no encontrar quien quisiera ser querido. Sí, sí, aquellas
tristezas estaban allí en aquel Sagrario oprimiendo, estrujando al Corazón
dulce de Jesús y haciendo salir por sus ojos su jugo amargo, ¡lágrimas benditas
las de aquellos ojos!… ¿verdad que la mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es
una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca?”.
Nunca
olvidó esa mirada y consagró su vida entera a acompañar y a hacer acompañar al
Gran Abandonado, a Jesús en el Sagrario.
Su
amor a la Eucaristía le llevó a desplegar una intensísima labor apostólica y
social con niños, con los obreros y pescadores, con las mujeres y los
ancianos,… Fue catequista insigne, fecundo escritor, editor de la revista “El
granito de arena”, fundador,… siempre con el objetivo de hacer acompañar a
Jesús en el Sagrario y de que todo el mundo conociera y experimentara ese amor
de Jesús que se da.
Fundó
varias obras sociales en Huelva y construyó un nuevo seminario en Málaga. En el
año 1931 rigió la Diócesis de Gibraltar y Madrid. Cuatro años más tarde, en
1935, Pío XI le asignó la sede palentina, donde consumó la ofrenda de su
vida a imagen del Buen Pastor.
Tras
vivir la experiencia del Sagrario abandonado de Palomares , el 4 de marzo
de 1910, fundó en Huelva la primera rama de la Familia Eucarística Reparadora
(formada por laicos, consagrados y sacerdotes), con el fin de dar y buscar una
respuesta de amor a Cristo Eucaristía. También fundó dos revistas de acción
eucarística.
Su
amor a los más débiles fue constante. Al ser nombrado Obispo de Málaga el banquete de autoridades lo
empleó en un banquete a los niños pobres, quienes junto con los sacerdotes y
seminaristas sirvieron la comida a más de tres mil niños. O cuando, ante el
desbordamiento del río Guadalmina por lluvias torrenciales y la insuficiencia
de los remedios de que se disponía para reparar los daños de las graves
inundaciones, el santo prelado se lanzó a la calle a pedir limosna
personalmente. Ya en Huelva, como párroco de San Pedro, había promovido las
Escuelas Católicas, «muy grandes y de balde para los niños pobres»; y, ante la
hambruna que asoló la ciudad en 1913, ordenó que en todas las escuelas se
dieran vales a los niños en cuyas casas se pasara hambre. Organizó peticiones
de ayuda en las calles, que él mismo dirigió, acompañado de feligreses. Ayudó y
acompañó en su sufrimiento a las familias de los barrios más desfavorecidos y
creó escuelas allá donde fue menester para aportar esperanza a quienes vivían
en estos focos de miseria.
Que quisiéramos a Jesús en el Sagrario, fue el
objetivo de toda su vida, y a eso nos sigue enseñando, pues Don Manuel está
enterrado debajo del Sagrario de la Catedral de Palencia, con una lápida blanca
y sencilla que recoge el epitafio que él mismo escribió: “Pido ser
enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos después de muerto, como mi
lengua y mi pluma en vida, esté siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí esta
Jesús!, ¡Ahí está! ¡No dejadlo abandonado!”. Fue canonizado por el Papa
Francisco el 16 de octubre de 2016 tras el reconocimiento canónico de varios
milagros
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