12 de enero.
Antonio M. Pucci (1819-1892), el
“curita‟ de Viareggio, nació en Pogiole de Vernio (FI). En nuestra Orden
terminó su formación cultural y religiosa hasta la ordenación sacerdotal;
después de que fue asignado a la nueva parroquia de San Andrés de Viareggio,
donde desde 1847 hasta la muerte fue párroco, dejando un recuerdo inolvidable de
pastor bueno, celante, preocupado por las almas.
A pesar de la oposición de su
padre, ingresó en el convento de la Anunciación de Florencia en 1837. La Orden
estuvo suprimida por cuestiones políticas durante algunos años, tras su
restauración ocupó varios cargos de
confianza dentro de la Orden, que, por entonces, renacía con vigor. Ejerció su ministerio sacerdotal en
Viareggío, pequeña ciudad junto al Tirreno, con una feligresía pobre de
pescadores, dedicándose a la organización de la vida de la Parroquia la enseñanza del catecismo y la
beneficencia, grupos de seglares y fundación de religiosas, acción social y
apostolado del mar, organizó la
Congregación de la Doctrina Cristiana. Sin
conocerse, el padre Pucci realizaba con los jóvenes una labor paralela a la que
contemporáneamente San Juan Bosco lleva a cabo en Turín. Dedicó gran parte de
su labor al socorro de los más débiles y necesitados.
Juan XXXIII lo elevó a los honores de los altares
el 8 de diciembre de 1962 con motivo del inicio del Concilio Vaticano II.
PROPAGADOR DE LA DEVOCIÓN A LA DOLOROSA
Su gran devoción a María se
focalizó en el culto a la Virgen de los Dolores, animando a todos a poner su
confianza en Ella. El mismo Papa Pío XII se hacía eco de esta devoción
destacando que el Padre Pucci quiso
consagrarse a Dios por las manos de María en la Orden de sus Siervos y que en
el mismo discurso de toma de posesiónb de la Parroquia en 1847 consagró a todo
su pueblo bajo la protección de la Dolorosa. Su celo lo llevo a promover el
culto, lo hizo penetrar en la vida cotidiana, lo renovó incesantemente con tal
intensidad, que Viareggio llegó a ser por excelencia la ciudad de la Doloros .
Esta fuerte veneración por la
Dolorosa es destacada también por el
prior general Hubert M. Moons: “ La veneración de s. Antonio María a la Virgen
de los Dolores es bien conocida por todos. La Basílica de San Andrés de
Viareggio se convirtió, por obra del Curita, en un santuario local de la
dolorosa y la Dolorosa fue para él, como diríamos hoy, una verdadera imagen
inspiradora. Desde 1849 é se había inscrito a la “Venerable Cofradía de la
Misericordia, erigida bajo los divinos y gloriosos auspicios del Santísimo
Redentor y de María Santísima de los Dolores”. El Curatino acostumbraba repetir
a su pueblo: “Seamos devotos de esta Gran Madre, porque no podemos ser buenos
cristianos sin profesar devoción a María… Poned toda vuestra familia al hermoso
corazón, adolorido y traspasado, de esta Gran Reina…. Sabed, hijos míos, que el
ser devotos de los Dolores de María es signo de eterna salvación…”. En su lecho
de muerte recomendaba: “No olvidéis nunca a la Virgen de los Dolores,
invocadla”. Para S. Antonio María, invocar a la Virgen “Dolorosa” significaba
luego socorrer a los “adoloridos” de toda categoría. Hasta sus últimos
instantes, sus preocupaciones se dirigieron a las necesidades de algunas
familias pobres, a las que había prometido ayuda (Con María junto a la Cruz, p.
10 26 P.M. ORLANDINI, Sant‟Antonio Maria Pucci. Notizia biografica, en
Sant‟Antonio Maria Pucci, a cura di I.M. Calabuig, Roma 2004, p. 70. 27 IDEM)
La Comisión litúrgica de la Orden
(CLIOS) en 2004 publicó un volumen sobre Pucci para evidenciar por los textos
litúrgicos los valores espirituales vividos por él y las líneas evangélicas que
han marcado su rostro. Para llevar a todos a experimentar la dulzura, la
piedad, la misericordia de María Dolorosa él mismo había compuesto muchas
oraciones entre las cuales las que se recitan en el Via Matris, del cual se
conservan los manuscritos. Celebraba con gran solemnidad el octavario de la
Virgen Dolorosa, el viernes de pasión y el viernes santo en honor de la misma;
había también promovido una devoción en los siete viernes anteriores a la
fiesta del viernes de pasión. Todos los niños y niñas de la primera comunión
les hacía inscribirse al pequeño hábito de la Dolorosa. Otros testimonios nos
cuentan: “cuando el mar está en borrasca él hacía descubrir la estatua de la
virgen de los Dolores y tocar las campanas par reunir al pueblo y orar”.
En la iconografía del Santo
figura la imagen de la Virgen Dolorosa.
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