Desde el siglo XIV la Orden
de los Siervos ha vivido con
particular fuerza el vínculo de santa María con la pasión del Hijo. Se alude ya
en el simbolismo del hábito negro en alusión a la viudedad y sufrimientos de la
Virgen en las legendae del origen de la
fundación de la Orden. Según la LO 52 el habito es recibido «ad ipsius beate
virginis Marie humilitatis ostensionem et pene quam passa est in Filii sui
amarissima passione, apertam significationem»; en la legenda „vulgata‟ de san
Felipe la Virgen, en la famosa visión del carro, aparece «cooperiens palio
nigro locum illum» (n. 3) y el hábito llega a ser simplemente «viduitatis
habitum» de la Virgen gloriosa .
Paralelamente aparecen algunas oraciones propias en las
comunidades servitas. La contemplación de santa María junto a la Cruz inspiró
dos textos homiléticos teológicamente importantes. El primero es el Planctus
Domine nostre valde devotus escrito en 1395 por fray Nicolás de Arezzo en el
convento de los Siervos de Bolonia, El segundo texto es la homilía que Alberto
Boncristiani, obispo Siervo de María, pronuncia el viernes santo (25 de marzo)
de 1418 en presencia del papa Martín V y de los padres del Concilio de
Constanza (1414-1418), sobre el versículo de Is 53, 5: «De sus llagas hemos
sido sanados»
La Orden retomó e hizo propia la devoción a la Virgen de los
Dolores que venía desarrollándose desde finales del siglo XI, con las
celebraciones de sus 5 gaudios y sus cinco dolores, simbolizados por 5 espadas,
anticipadoras de la celebración litúrgica instituida más tarde. San Anselmo de
Caterbury (1033-1109) contribuyó a la difusión del culto de la Dolorosa y fue
más tarde considerado como el origen de esta devoción que hacia el final del
medioevo tomó el nombre de “compassio Virginis”. Dicho culto se confirma
también por obra de Eadmero de Canterbury (c. 1060-ca. 1126). Guerrico de Igny
(ca.1080-1155) y Bernardo de Claravalle (1090-1153). En el siglo XIV, se
codifican los dolores de María con una intervención destacada de los siervos que los concentran en momentos de los relatos
evangélicos (por ejemplo: Profecía de Simeón; Fuga de Egipto; Pérdida de Jesús:
Presencia bajo la cruz; Deposición o piedad; Sepultura de Jesús).
En los primeros decenios del siglo XVII la Orden no cuenta
con una Misa propia de los Siete dolores de la Virgen, a pesar de contar ya con
una fiesta dedicada a su contemplación en el mes de septiembre. La Santa Sede,
el 9 de junio de 1668, autorizó a la Orden celebrar solemnemente esta fiesta de
los Siete dolores en el tercer domingo de septiembre. la sagrada congregación
de Ritos permitía a nuestra Orden el celebrar la misa votiva de los Dolores. El 15 de septiembre siguiente, la misma
sagrada congregación autorizó a los frailes de la Orden recitar también el oficio
mariano de los Siete Dolores. Al mismo tiempo consentía celebrar la fiesta
homónima el tercer domingo de septiembre, con rito doble de fiesta principal. Con
solicitud del procurador general, el papa Clemente XI, con la bula Iniunctae
nobis, concedió la indulgencia plenaria a todos aquellos que haya visitado en
el tercer domingo de septiembre una iglesia de los Siervos. Virgen. Oficio. Dos
años después, el 9 de agosto de 1670, la sagrada congregación extendía a cada
viernes litúrgicamente no impedido la facultad de celebrar el oficio de los
Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen La sagrada congregación aprobó el 6
de mayo de 1673, y el papa Clemente X el 17 del mismo mes .
Los años 1689-1690 marcaron ulteriores avances en esta línea.
En 1689, en todos los capítulos provinciales de las provincias italianas, el
prior general fray Julio M. Arrighetti propuso que el tercer domingo de
septiembre, ya dedicado a los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen por
indulto apostólico, fuera declarada fiesta principal solemne, propia de nuestra
Orden. En 1690, es elegido Prior General, fray Giovanni Francesco M. Poggi, y
en el primero de los decretos emanados el 20 de abril se confirmaba la voluntad
manifiesta el año anterior por las provincias italianas de celebrar a la
Dolorosa como“Titular y Patrona de la Orden”.
Un hecho particularmente significativo y rico de
consecuencias cultuales fue la promulgación del decreto Cum sacrorum (9 de
agosto de 1692), con el cual la Sagrada Congregación de Ritos, con la
aprobación de Inocencio XII, reconocía la Dolorosa como «titular y patrona de
la Orden» y la devoción a los Siete Dolores de la Virgen como «devoción que
pertenece a la Orden susodicha como su principal característica». El decreto
concedía a los frailes y a las religiosas de la Orden de los Siervos la
facultad de celebrar la fiesta de los Siete Dolores de la B. Virgen el tercer
domingo de septiembre, con oficio y la misa. En el mismo decreto se afirmaba
que en pasado la Sagrada Congregación de los Ritos había aprobado el uso de la
Orden de los Siervos el oficio propio en la conmemoración de los Siete Dolores
de la B. Virgen, su Titular y Patrona, como devoción que pertenece a la Orden
susodicha como su principal característica».
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