La figura y devoción a San
Peregrino ha conocido en los últimos
decenios una gran difusión mas allá de la que le profesa desde hace siglos la
Orden de los Siervos a la que perteneció, siendo de los primeros religiosos en
obtener la canonización, que tuvo lugar
1725 aumentó la devoción hacia él y se promovió el culto en la Iglesia
universal
La fama de la prodigiosa curación
de la pierna de san Peregrino Laziosi afectada por una úlcera gangrenosa
considerada incurable, acaecido en 1325, se difundió rápidamente en la Iglesia
occidental. Los fieles, y sobre todo los enfermos, empezaron a invocarlo y a
pedir su intercesión para obtener alivio a sus sufrimientos o la curación de su
enfermedad, motivos que justifica el contar con su propia "leyenda" o
texto oficial sobre su vida y camino hacia la santidad (hagiografía). La figura
y la leyenda de san Peregrino es
particularmente amada en la Orden de los Siervos de María, ya que nos remonta a
tiempos cercanos de los orígenes de la Orden: a los años del generalato de san
Felipe Benizi (+1285), de los beatos Francisco y Joaquín, con los cuales
Peregrino vivió algunos años en la floreciente comunidad de Siena. Dos
episodios de la vida de san Peregrino son resaltados por los biógrafos: su conversión
y la milagrosa sanación de la pierna infectada por la gangrena. San Peregrino
es ciertamente el “rebelde convertido” y “el enfermo milagrosamente sanado”.
Pero es también mucho más. Peregrino es el hermano que ama la ley del Señor, y
al cual las palabras del salmista le quedan bien: “Beato el hombre que se
complace en la ley del Señor, su ley medita día y noche” (Sal. 1, 3); el
hermano comprometido en la observancia tenaz de la Regla de san Agustín y de
las Constituciones de los Siervos; hermano que transforma lo monótono de lo
cotidiano en un „hoy‟ luminoso y perennemente nuevo; el hermano orante, que
descansa en la contemplación del Cristo crucificado, ama la oración litúrgica y
las vigilias nocturnas, busca el encuentro con el Señor a través de la participación
en la eucaristía y la asidua presencia al sacramento de la penitencia; el
hermano austero y sobrio, pobre y penitente; el siervo de santa María, su madre
y señora, que lo guía y protege en el camino hacia la plena madurez cristiana;
el hermano, finalmente, en cuya vida se entrevén los rasgos de la fisonomía
espiritual de los Siete primeros Siervos.
SOBRE EL TEXTO DE LA LEYENDA DEL BEATO PEREGRINO DE FORLÍ-
Texto:
http://servidimaria.net/sitoosm/es/historia/funo/06.pdf
El documento de más autoridad
para San Peregrino es sin lugar a duda su vida o leyenda, escrita hacia el
1350, poco después de su muerte asignada tradicionalmente alrededor de 1345,
originariamente fue compuesta por un
fraile de los Siervos, que conoció personalmente a fray Peregrino, o que
recogió sus informaciones de testigos oculares.
Ell texto original de esta
leyenda primitiva del santo, fue redactada en latín medieval como se utilizaba
en el siglo XIV. Sin embargo poseemos una transcripción de la misma en latín
clásico-humanístico, realizada no después de 1483 por Nicolás Borghese
(1432-1500), un habitante de Siena eminente en el campo político y cultural,
que además de San Peregrino, se interesó en otras figuras de santos y beatos de
la Orden de los Siervos: compuso una biografía del beato Santiago Felipe de
Faenza, por cuya intercesión había sido curado de una especie de grande
depresión y, como los frailes de convento de Faenza lo reservaron con grande y
calurosa hospitalidad, aceptó escribir también la vida de San Felipe Benicio y
de los beato Joaquín y Francisco de Siena. De una encuesta detallada y
minuciosa sobre la manera con la cual Borghese trata sus fuentes, se llegó a
las siguientes conclusiones esenciales:
1. El material se refiere
substancialmente por completo a la misma Orden.
2. Por brevedad, el autor recurre
a frecuentes omisiones. Por ejemplo: a. Los milagros realizados en vida tan
numerosos en los textos originales, se reducen a uno o dos. Aquellos después de
la muerte se refieren en un máximo de cuatro. b. Los elementos de teología
mariana están entre los más omitidos y notablemente escuetos. c. También las
citaciones bíblicas resultan con frecuencia olvidadas.
3. En homenaje al esquema clásico, Borghese,
organiza el material seleccionado de las fuentes en tres momentos de las
siguiente manera: el anterior al nacimiento con noticias relacionadas a la
patria, a sus padres, y a veces, a la futura santidad milagrosamente
preanunciada del niño; el período de la vida, con episodios de la infancia, y
de la adolescencia, signos precursores de su futura grandeza, el ingreso a la
orden, los testimonios de santidad dada por los prodigios y milagros, su
muerte, anunciada como de costumbre por un presagio divino; el tiempo después
de la muerte caracterizado por los milagros. 4. Borghese transcribe sus fuentes
en forma sobria, fiel casi servil mediante varios pasajes
sintáctico-literarios. Por ejemplo: una serie de episodios o largos períodos se
resumen en base a sus notas cualitativas; o bien se sintetizan con el recurso de
preposiciones relativas, participios, el discurso indirecto en lugar del
directo.
En conclusión: Borghese añade
escrupulosamente a las propias fuentes nada suyo, más que el mínimo. Las
omisiones como decíamos, empobrecen sobre todo la parte bíblico-mariana. Sin
embargo, lo que conserva en sus textos originales se interpreta con indudable
exactitud y cercanía de los mismos. Lo único suyo es la parte literaria. El
latín medieval de las fuentes que se le presentaron, considerándolo casi en
desuso y poco apreciado con los renovados gustos de la época del renacimiento,
se convirtió en el latín armonioso y flamante de la antigua y clásica Roma.
Cumplida esta operación, sucedía que con frecuencia los originales caían
prácticamente en desuso hasta casi desaparecer. Desgraciadamente, permanece
todavía desconocido el texto original que utilizó Borghese para la vida de San
Peregrino pero se vislumbra que usó un texto escrito anteriormente.
De los argumentos externos dos
tienen una importancia significativa: el esfuerzo del prior general fray
Cristóforo Tornielli de Giustinopoli, muerto el 16 de junio de 1485, gracias al
cual florecieron en aquella época muchas composiciones relacionadas con los
santos de la Orden; y la confrontación entre la vida de Peregrino de Nicolás
Borghese y aquella escrita por el oriundo de Forlí Pino de Jerónimo Cedri, en
1528 con la base de un texto auténtico de la misma que existía en un convento
local de los Siervos, texto que se perdió alrededor del 1594 “por negligencia
de los padres”. La vida de Cedri, como se puede ver en un examen intrínseco,
depende efectivamente de una fuente escrita. Y como la vid de Cedri es muy
similar a la de Borghese, por consecuencia indirecta (pero válida) se deduce
que también Borghese también depende de una fuente escrita. El segundo género
de prueba, fundamentado sobre los argumentos internos, se obtiene de una
confrontación con la vida del beato Santiago Felipe, redactada directamente por
Borghese en base a informaciones orales. Entre los dos textos existen
innegables divergencias, pues en la vida
de san Peregrino, escrita en 1483 por Nicolás Borghese, se recoger el eco del
testimonio afluente e incisivo de los hermanos que conocieron al Santo. Es más,
por el tenor bíblico-espiritual que contiene y por la excepcional inspiración
mariana que la caracteriza, la leyenda de San Peregrino puede considerarse una
auténtica perla de la literatura hagiográfica florecida entre los Siervos de
María, en su primer siglo y medio de vida. En las otras biografías no existe esta
referencia a la tradición oral o
testigos oculares.
DATOS BIOGRÁFICOS EN LA LEYENDA.
En la Vida del beato Peregrino de
Forlí leemos que Peregrino era Peregrino era hijo único, y por lo tanto sus
padres lo amaron tiernamente. Él, despreciando las vanidades terrenas, había
decidido desde temprana edad seguir el camino de la virtud (VPF 1). Fortalecido
por este firme y santo propósito, un día se dirigió a la iglesia de Santa María
de la Cruz y, estando frente a la imagen de la Virgen María, la suplicó que se
dignara mostrarle la vía de su salvación. Ella le respondió: "yo también
deseo, hijo mío, dirigir tus pasos en el camino de la salvación".
[…]"no temas hijo: yo soy la madre de Aquél a quien tu adoras crucificado
y él me mando a indicarte el camino de la bienaventuranza" (VPF 2). La
beata Virgen le habló y después de que "¿Conoces a aquellos religiosos que
se llaman 'Siervos de la Virgen María'? y añadió: "Te llamas Peregrino;
entonces serás peregrino de nombre y de hecho. Es necesario que te encamines
hacia Siena; llegado ahí, encontraras a estos santos hombres en oración:
suplícales que te reciban en su familia" (VPF 2). Él fue acompañado de un
ángel (VPF 3; cf. Tb 5, 1) y entró en la Orden de los Siervos.
Según el Chronicon[8] (1567) de
fray Miguel Poccianti (1536-1576), San Peregrino de 18 años tuvo una
experiencia fuerte de conversión en Forlí, su ciudad natal, en los tiempos del
entredicho (26 de marzo de 1282 al 1º de septiembre de 1283), pena canónica que
prohibía la celebración de los divinos oficios, para reportar a la obediencia
al Sumo Pontífice los de Forlí rebeldes. En el año de 1283, san Felipe Benicio,
de paso por Forlí, invitó a los ciudadanos gibelinos a la reconciliación con la
Sede apostólica y a la paz. Algunos de ellos, haciendo burlas de las
amonestaciones del Santo, lo golpearon y lo echaron de la ciudad. Uno de los
agresores, en el cual la tradición ha encontrado en el joven de 18 años
Peregrino Laziosi, impactado por la mansedumbre con la cual san Felipe había
soportado las ofensa, le pidió perdó0n y, bajo la influencia de la gracia,
decidió cambiar de vida y los suplicó acogerlo en la Orden de los Frailes
Siervos de Santa María. 2. Estos episodios han dado origen a la tradición de
invocar la protección de san Peregrino, rebelde convertido, para los jóvenes
“peregrinos” en búsqueda de la propia vocación, o sea del camino de la
salvación (cf. Mt 19, 16; VPF 2), y sobre los jóvenes impulsivos e impetuosos
que, como san Peregrino, se dejan involucrar en las acciones violentas de algunas
bandas juveniles
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