Dentro del espíritu reformista de
las órdenes religiosas en el siglo XVI, tiene lugar la celebración del Capítulo
de Toledo celebrado por los Agustinos en el que se contemplará la erección de
tres o más conventos de religiosas que vivan una vida más austera y
contemplativa. Su primer convento, será el de la Visitación en Madrid en 1589.
En su fundación intervino de modo determinante el beato Alonso de Orozco.
El mismo Orozco se encargó
esbozar un reglamento que, unido a las constituciones generales de la orden,
habría de encauzar la vida de las religiosas,
centrada en la pobreza y penitencia, la vida común y la clausura. Su
sistema de vida no pasó desapercibido en los conventos femeninos de la orden.
En Ciudad Rodrigo una joven profesa, llamada Mariana de san José deseaba llevar
mayor vida ascética en su clausura.
La muerte del Padre Orozco a
punto estuvo de terminar con el movimiento reformista ya que parece que hacia 1610 ya había perdido algo
de fuerza. Pero la reforma seguirá adelante gracias a la figura de la madre
Mariana de san José (1568-1638) personalidad carismática capaz de encauzar sus
destinos. El 8 de mayo de 1603, en estrecha colaboración con el padre Agustín
Antolínez, había establecido la tercera comunidad recoleta en la villa
guipuzcoana de Eibar.
LAS CONSTITUCIONES DE 1616
El padre Antolínez esbozó la
primera constituciones, luego la madre Mariana fue retocando y perfeccionando,
en 1616 alcanzó su configuración definitiva. En 1619 el texto mereció la
confirmación de Paulo V y seis años más tarde, en noviembre de 1625, Urbano
VIII lo impuso a todos los conventos de agustinas recoletas.
Estas constituciones son el texto
carismático fundamental de la Recolección femenina: Constan de 39 capítulos y
un prólogo donde se afirma el origen
divino de la comunidad, se enuncia su propósito y se la coloca bajo el amparo
de quien le dio el ser; se prescriben dos horas diarias de oración, la
recitación llana y pausada de las horas canónicas; comunidades pequeñas, porque
en ellas se conserva más fácilmente la paz y la caridad fraterna; anticipan el
adviento a mediados de septiembre; aumentan notablemente la frecuencia de la
comunión y de las disciplinas; aspirando a crear una auténtica vida común, con
exclusión de cuanto suene a peculio, privilegio o trato de excepción.
Las monjas recoletas ofrecen su
vida “por las necesidades de la Iglesia”, por lo que, «siendo, como son, estas
necesidades continuas, debe ser también continua su oración”. La soledad
aparece como absolutamente necesaria para alcanzar la perfección, ya que sin
soledad no hay posibilidad de oración y sin oración todo intento de conseguir
la perfección queda reducido a simple veleidad. Por tanto, la religiosa debe
permanecer la mayor parte de la jornada recogida “en celda aparte”, “a solas”
con Dios .
LA CASA DE CARMONA
Fiel a estas constituciones ha
vivido desde sus inicios la comunidad de las Agustinas descalzas de Carmona,
fundación realizada en 1628, encomendada por la Madre Mariana de San José a su más estrecha colaboradora, la Madre María
del Espíritu Santo que debió vencer multitud de obstáculos pues a la falta de
recursos económicos se le unieron la oposición de los Regidores de la Ciudad y
diversos pleitos que le interpusieron los conventos de Santa Clara y los
franciscanos por las propiedades legadas a la fundación. La madre María del
Espíritu Santo supo granjearse el afecto de todos y la pequeña comunidad dejada
a su muerte creció gracias a las grandes muestras de austeridad y vida
consagrada a la oración.
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