Desde la
Edad Media se había venido celebrando a la Virgen al pie de la cruz, por
devoción de los Siervos de María se había establecido una fiesta el V Viernes
de Cuaresma, extendida a toda la Iglesia en 1714.
Una segunda celebración en torno
a los Dolores
de Nuestra Señora surge también al
calor de la Orden de los Siervos de María, pero en este caso considerando
globalmente los sufrimientos de la Virgen a lo largo de toda su vida por su
íntima asociación a la Obra de la Redención, y no sólo centrándose en el
Calvario, aunque éste fuera el momento culminante.
Los servitas teníamos la reunión
con los Hermanos de la Compañía del Hábito de los VII Dolores de la Virgen el tercer domingo de cada mes. A principios del siglo
XVII comenzaron a solemnizarse estas reuniones, escogiéndose la de septiembre
como la principal, hasta que llega a considerarse todo el mes de septiembre
como consagrado a la devoción de los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María; por ejemplo, el Papa León XIII Pecci concede
indulgencia plenaria en la forma acostumbrada cualquier día de septiembre o del
día uno al ocho de octubre
El nueve de junio de 1668, el
Papa Clemente IX Rospigliosi concedió para ese día, tercer domingo de
septiembre, a la Orden de los Siervos de María celebrar Fiesta de los Siete
Dolores de la Virgen, con rito doble y
octava, y un formulario similar al de 1482, que fue el introducido en lo
esencial en el Misal de Pío V para el Viernes de Dolores.
Fue confirmada por Inocencio XI Odescalchi en 1688, y en 1727 fue elevada por
Benedicto XIII Orsini a fiesta de I clase. Poco a poco se va extendiendo por
toda la Iglesia; el dieciséis de septiembre de 1673 la otorga a la Diócesis de
Córdoba el Papa Clemente X Altieri
A todos los territorios
españoles fue extendida por el Papa Clemente XII Corsini, a petición del Rey
Felipe V, el veinte de septiembre de 1735, tras el parecer favorable de la
Sagrada Congregación de Ritos, fechado tres días antes. El Papa Pío VI Braschi,
en 1777, concede a la Diócesis de Méjico indulto perpetuo de rezar Oficio y
Misa de los Siete
Dolores de Nuestra Señora con rito
doble de segunda clase.
El Papa Pío VII la concede a la
Iglesia metropolitana de Sevilla en 1807, así como a la Toscana (doble de
segunda clase con octava), y acaba extiendiéndola para toda la Iglesia el
dieciocho de septiembre de 1814, con rito mayor doble, en acción de gracias
porque el Emperador Napoleón permitió su regreso a Roma, adoptando la misa y
oficio de los servitas.
En 1908 el Papa Pío X Sarto la
incluyó, por instigación del Prior General servita Lucchesi, entre las dobles
de segunda clase, “para
fomentar el culto de la Virgen Dolorosa y la devoción y la gratitud de los
fieles hacia la misericordiosa Corredentora del género humano”. Los servitas la celebraban como de primera clase con
octava y vigilia, como los Pasionistas y en Florencia, donde había surgido la
Orden de los Siervos de María, y Granada, cuya patrona es Nuestra Señora de las
Angustias.
En la reforma litúrgica de este
mismo Pontífice de 1914, con el fin de despejar el ciclo dominical, se fijó el
quince de septiembre, día en que ya se celebraba en el rito ambrosiano por no
tener octava la fiesta de la Natividad de la Virgen, haciendo pareja con la del
día anterior: la Exaltación de
la Santa Cruz. Contemplamos desde la perspectiva de la glorificación los frutos
de la Redención de la pareja salvadora, Cristo Nuevo Adán y María Nueva Eva. En
palabras de Pablo VI, es “ocasión propicia para revivir un momento decisivo de
la historia de la salvación y para venerar junto con el Hijo exaltado en la
Cruz a la Madre que comparte Su dolor”.
Tras ser reducida a simple
conmemoración optativa la fiesta del Viernes de Dolores en el Calendario Universal de 1960, fue
suprimida en el actual de 1969 según los criterios de simplificación y
eliminación de las duplicaciones, quedando sólo la de septiembre, para dejar lo
más libre posible el último tramo cuaresmal, como memoria obligatoria, bajo el
título de Nuestra
Señora, la Virgen de los Dolores. Su
ubicación, en opinión de muchos autores, le perjudica al quedar desarticulada
del ciclo pascual.
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