Andrés, cautivado por las palabras y el ejemplo de san Felipe Benicio, vistió el hábito de los Siervos de María en el convento de BorgoSansepolcro el año 1278. Por su amor a la penitencia y a la soledad se retiró a un eremitorio cerca del Borgo. Muchos ermitaños, atraídos por su consejo y ejemplo, se agregaron a la Orden , y el beato Andrés los dirigió paternalmente. Murió en el año 1315, mientras estaba entregado a la oración. El papa Pío VII confirmó su culto en el año 1806.
Del Oficio de lectura
Se retiró a la soledad
De los documentos de la Orden sabemos que el beato Andrés, llamado “fray Andrés del eremitorio”, vivió a principios del siglo XIV por algún tiempo en el convento de BorgoSansepolcro. Sobre su ingreso en la Orden fray Miguel Poccianti –en su Crónica de la Orden de la bienaventurada Virgen María- nos narra que el año 1282, mientras se celebraba el capítulo general en BorgoSansepolcro, san Felipe Benicio pronunció una homilía sobre el pasaje evangélico donde el Señor dice: Cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío (Lc 14, 33); un joven rico y gallardo, que estaba presente en el sermón, conmovido profundamente por las palabras del Santo y guiado por el Espíritu, al instante dejó a sus padres y todos sus bienes por Jesús y, poco después, pidió el habito de los Siervos. Aquel joven se llamaba Andrés, quien como otro Andrés del Evangelio, dejó su barca y sus redes para ir en pos de Cristo.
En la comunidad de Borgo, Andrés se destacó como óptimo Siervo de la Virgen y perfecto discípulo de san Felipe; mostró siempre un sentido espiritual de las cosas terrenas, a la cuales amaba en Dios y por Dios; aunque era austero y duro consigo mismo, se manifestó misericordioso y compasivo para con los demás; se le veía manso, humilde, pacífico; imponía un yugo al odio y dominaba la ira; nunca se entregaba a la ociosidad ni decía palabras inútiles.
Deseoso de penitencia y soledad, acostumbraba retirarse a una celda en un sitio apartado llamado Barrúcola, cerca de Borgo, especialmente desde cuando aquel eremitorio fue entregado por el obispo de Cittá di Castello a la comunidad de los Siervos en el año 1295. Entonces Andrés, elegido vicario del eremitorio, se atrajo a los ermitaños de aquella comarca y llegó a ser padre y guía espiritual, como se lee en la Crónica de fray Miguel Poccianti, quien sin duda utilizó fuentes muy antiguas. El beato Andrés con la santidad de vida y la enardecida elocuencia se ganó muchos discípulos, entre los que se cuenta el beato Bartolomé de BorgoSansepolcro. Y se distinguió de tal modo por su prudencia y espíritu de consejo en el ejercicio del apostolado, que gracias, a él la Orden se extendió en las ciudades de Alejandría y Asti.
Advertido por inspiración divina de la proximidad de su muerte, mientras estaba en férvida oración, fray Andrés entregó su alma a Dios: era el año 1315. Todos le lloraron como llora un enfermo privado del médico, como gime un hijo ante la muerte de su padre, como un discípulo siente la pérdida del maestro.
Su cuerpo, reclamado por el pueblo, fue llevado por los ermitaños a la iglesia de los Siervos en BorgoSansepolcro en medio de una gran multitud de fieles. El culto al Beato Andrés que se le tributaba desde tiempo inmemorial, fue confirmado por el papa Pío VII en el año 1806.
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