Día 1 de enero.
En el primer día del nuevo año
civil, la Iglesia nos presenta a María bajo el importante título y término
teológico de Theotokos. El título “Madre de Dios” es el principal y el más importante dogma sobre la Virgen
María, los otros tres dogmas marianos encuentran su sentido en esta verdad de
fe, sin la afirmación de la Maternidad Divina ninguno de los demás dogmas o
prerrogativas marianas se hubieran desarrollado por la teología.
No fue sencillo para las primeras
comunidades cristianas tomar conciencia de que Jesús es el Hijo de Dios, y a la
vez fueron desarrollando que María es la Theotokos, la Madre de Dios. Se trata
de un título que no aparece explícitamente en los textos evangélicos, aunque en
ellos se habla de la «Madre de Jesús» y se afirma que él es Dios. Por lo demás,
presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Ya
en el siglo III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los
cristianos de Egipto se dirigían a María con el nombre de la Theotokos -
oración bajo tu amparo..-
En el siglo IV, el término
Theotokos ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La
piedad y la teología se refieren cada vez más a menudo a ese término, que ya
había entrado a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia. Por ello se
comprende el gran movimiento de protesta que surgió en el siglo V cuando
Nestorio puso en duda la legitimidad del título «Madre de Dios». Una verdad que
fue proclamada solemnemente en el año 431 por el concilio de Efeso. Cuando
proclama a María «Madre de Dios», la Iglesia profesa con una única expresión su
fe en el Hijo y en la Madre. Con la definición de la maternidad divina de María
los Padres conciliares querían poner de relieve su fe en la divinidad de
Cristo.
La expresión Theotokos, que literalmente
significa «la que ha engendrado a Dios», a primera vista puede resultar
sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura
humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la
maternidad divina de María se refiere sólo a la generación humana del Hijo de
Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre
por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación
eterna María no intervino para nada. Así pues al proclamar a María «Madre de
Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo encarnado, que
es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino
únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la
naturaleza humana.
Afirma San Agustín (Tract. in Ev. loannis, 8, 6-7.) :«La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino da la persona que engendra. Por ello, María, al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús que es persona divina, es Madre de Dios (…) En la Theotokos la Iglesia, por una parte, encuentra la garantía de la realidad de la Encarnación, porque “si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la carne (…) y serían ficticias también las cicatrices de la resurrección” . Y, por otra, contempla con asombro y celebra con veneración la inmensa grandeza que confirió a María Aquel que quiso ser hijo suyo. La expresión «Madre de Dios» nos dirige al Verbo de Dios, que en la Encarnación asumió la humildad de la condición humana para elevar al hombre a la filiación divina. Pero ese título, a la luz de la sublime dignidad concedida a la Virgen de Nazaret proclama también la nobleza de la mujer y su altísima vocación»]. En suma, Dios trata a María como persona libre y responsable, no lleva a cabo la Encarnación de su Hijo sino después de haber obtenido su consentimiento y, así, «en María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios con y por medio del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe»