sábado, 30 de mayo de 2020

SOBRE LA FESTIVIDAD LITÚRGICA DE LA VISITACIÓN DE NUESTRA SEÑORA


Treinta y uno de mayo



La fiesta de la Visitación narrada en el Evangelio de Lucas 1, 39-56 nos  remite a "una celebración que conmemora un acontecimiento  salvífico, en el que la Virgen estuvo estrechamente vinculada al Hijo"(MC); y más concretamente  se indica la fiesta "en que la liturgia recuerda a la santísima Virgen que lleva en su seno al  Hijo, que se acerca a Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y proclamar la  misericordia de Dios salvador" (n. 7). Aunque parezca  extraño, la conmemoración de este acontecimiento salvífico evangélico, careció de una celebración litúrgica antes del siglo XIII.  . A pesar de que el calendario postridentino de San Pío V abolió todos los Oficios propios y le señaló el mismo Oficio de la Natividad,  la Orden de los Siervos de María mantuvo su octava  hasta la reforma del Concilio Vaticano II.

I- Historia de la fiesta
Llama poderosamente la atención que la visita que la Virgen María hizo a santa Isabel , no tuviera  desde antiguo una fiesta litúrgica a pesar de contener un  verdadero "acontecimiento de gracia" en el sentido más literal del término.  El texto evangélico en el que se narra la escena  se asignó desde el siglo VI en la liturgia romana al viernes de las Témporas, tercera domínica de adviento; sin embargo, no se trataba de una fiesta independiente, sino  de un mero recuerdo litúrgico en orden sobre todo a la preparación de la Navidad del Señor. 
Se ha apuntado la posibilidad de que en el siglo XIII los franciscanos adoptaron el 2 de julio - fiesta de Blaquernas- como fiesta litúrgica que conmemoraba la Visitación. Ese día la Iglesia ortodoxa s celebra la "Deposición del venerable vestido de nuestra santísima señora y madre de Dios en Las Blaquernas" - devolución a su santuario de la reliquia robada del vestido de la Virgen- y nada tiene que ver con la Visitación a pesar de que más tarde se fijara en la Iglesia católica la fiesta litúrgica.
El primer dato que encontramos para fijar una memoria litúrgica del acontecimiento en casa de Isabel, se remonta a la época del Cisma de Occidente en la que el arzobispo de Praga Juan Jenstein (1348-1400), defendió el valor teológico de la celebración por el  hecho de tener sus raíces en el evangelio de Lucas, y trabajó por la  difusión de la celebración de la fiesta que debía celebrarse cada año el 28 de abril. El sínodo diocesano del 16 de junio de  1386 promulgó para su diócesis la introducción de la fiesta de la Visitación de la Virgen; él mismo escribió el Oficio litúrgico que   remitió a obispos y superiores de órdenes religiosas, solicitando al Papa su institución en el misal romano. A pesar del Cisma la nueva festividad se instituyó durante el  jubileo de 1390, razón por la que se  añadió a  las tres basílicas jubilares también la de Santa María la Mayor.  
El papa Urbano Vl determinó que la fiesta de la  Visitación se fijase en el calendario litúrgico el 2 de julio, pero no se decretó debido a su muerte y Juan Jenstein debió de acudir a  Bonifacio IX que promulgó la bula Superni  benignitas Conditoris, con la cual extendía a toda la iglesia occidental la nueva festividad  mariana; el documento lleva la fecha oficial del día de la coronación del mismo Bonifacio IX,  es decir, el 9 de noviembre de 1389.



2. DIFUSIÓN DE LA FIESTA.
Como es de suponer la fiesta no se impuso en todas las diócesis,   pues los seguidores de   Clemente Vll la ignoraron o incluso la rechazaron. Por eso, después del cisma, el concilio de Basilea,
en la sesión del I de julio de 1441, hubo de confirmar la bula de Bonifacio IX ordenando que
Tomás de Corcellis compusiese un oficio nuevo, que alcanzó una cierta difusión.
En el concilio ecuménico de Florencia (1438-1445) los patriarcas sirio, maronita y copto aceptaron la fiesta - aún hoy la celebran en la fecha romana-. Nicolás V, publicó  de nuevo en 1451 la bula de Bonifacio IX para que todas las iglesias particulares aceptaran  unánimemente la fiesta. En la liturgia de los franciscanos se introduce por Sixto IV, en 1475, el nuevo oficio propio.
Tras la reforma de Trento, San  Pío V, abolió los diversos oficios y misas en uso para dicha fiesta, y adoptó los oficios de la Natividad de María con unas pocas modificaciones necesarias para su adaptación; Clemente VIII, la elevó al nuevo  rito por él introducido de doble mayor, hizo componer un nuevo formularios para el oficio y la misa de la Visitación persistieron hasta la reforma del Vaticano II.




3. FECHA DE LA FIESTA.
El obispo Juan Jenstein, en su carta a Urbano Vl, propuso como fecha de la  celebración el 28 de abril. pues la fiesta se refiere a lo ocurrido después de la anunciación; parece que prevaleció la  opinión según la cual, si se tiene en cuenta que el evangelio dice expresamente que María  permaneció en casa de Isabel tres meses, también la fiesta de la Visitación puede colocarse  en el espacio de tres meses a partir de la fiesta de la Anunciación.
La Iglesia latina fue el 2 de julio, la elección de esa fecha está relacionada con la del Nacimiento de Juan Bautista (24 de junio) y tras los ocho días de la octava de esta celebración, día en el que se impondría el nombre al hijo de su prima Isabel y en el que María regresaría a Nazareth. La otra opción, colocarla cerca de la Anunciación, la hubiera fijado durante la cuaresma y quedaría la mayor parte de los años imposibilitada su celebración.
La reforma de Pablo Vl el 14 de febrero de  1969,  además de atribuir a la celebración de la Visitación el grado litúrgico de "festum", la  trasladó  al 31 de  mayo; de este modo la festividad de la Visitación de María viene a situarse entre las  solemnidades de la Anunciación del Señor (25 de marzo) y de la Natividad de san Juan  Bautista (24 de junio), pues así "se adapta mejor a la narración evangélica".
La Iglesia alemana, sin embargo, ha conservado la fecha del dos de julio, para celebrarla junto con los luteranos. En la comunión anglicana es una conmemoración. En la Iglesia Ortodoxa  se adoptó en el siglo XIX, por la labor litúrgica del Archimandrita Antonin Kapustin (+1894), sin embargo, no ha sido aceptada por todas las Iglesias bizantinas.



II. Interpretación litúrgico-pastoral de la fiesta 
Evidentemente, el tema de la celebración de la fiesta de la Visitación de María lo da el  relato del evangelista Lucas (1,39-56); en torno a este núcleo evangélico se desarrollan las  restantes partes de la liturgia del día.
Se podría valorar ese relato como un idilio familiar o a modo de una instantánea de la
vida cotidiana de María; pero con ello no se captaría su valor profundo, puesto que la
Escritura inserta este episodio en un amplio marco histórico-salvífico bien reconocido por la
exégesis moderna: en el encuentro entre María e Isabel -en el cual se engasta el pasaje
profundamente simbólico entre Jesús y Juan- se da la tensión y el paso entre los dos
tiempos salvíficos, concretados en el encuentro vivo de dos representantes de cada una de
las épocas respectivas ("La ley y los profetas llegan hasta Juan; desde entonces se
evangeliza el reino de Dios...": Lc 16,16). Pues bien, comprender este importante
"acontecimiento salvífico", en el que la Virgen ejerce un papel excepcional junto al Hijo, es
realmente entrar de lleno en el corazón de la fiesta. En esto nos sirven de guía válida los
textos litúrgicos del nuevo misal romano.



III- Fondo bíblico y eucológico
El misterio celebrado en la fiesta nos la ofrece la doble primera lectura prevista en el propio del día. Ambas inciden en el trasfondo del relato lucano que desarrolla el tema  del traslado del  arca de la alianza. De esta manera puede manifestarse la celebración  de   los maravillosos efectos salvíficos que se realizan no sólo en María, sino también alrededor de ella, y que nos atañen no poco también a nosotros; si, en cambio, se escoge como primera lectura la perícopa de Romanos, en el evangelio se pone de relieve el tema de la solicitud plena de caridad de María para con su parienta Isabel, necesitada de ayuda.
Los textos de las oraciones del nuevo formulario tienen el mérito de intentar una relectura en forma existencial del acontecimiento celebrado en  este día  manifestando algunas dimensiones del gesto
singular realizado por María con Isabel. Más aún, se puede decir que las tres oraciones
 La colecta, ante todo, pone de relieve que cuanto hizo María es obediencia a la moción
del Espíritu divino; la oración sobre las ofrendas, por su parte, focaliza la acción de la Virgen como un gran acto de amor hacia el prójimo: "Señor, complácete... como te has complacido en el gesto de
amor de la virgen María al visitar a su prima Isabel". La oración después de la comunión, finalmente, pone de relieve la alabanza y acción de gracias de la Virgen santa: "Que tu iglesia te glorifique, Señor, por todas las maravillas que has hecho con tus hijos; y así como Juan Bautista exultó de alegría al presentir a Cristo en el seno de la Virgen, haz que tu iglesia lo perciba siempre vivo en este sacramento..."

Hoy, con María e Isabel renovamos nuestra esperanza y entonamos el Magnificat: Dios  está de parte de los pobres y está viniendo para hacer justicia.

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