miércoles, 27 de mayo de 2020

CULTOS DEL VENERABLE ORDEN TERCERO DE SERVITAS DE CARMONA






En las Reglas definitivas de los terciarios servitas establecidos en el templo del Salvador de Carmona,  aprobadas en 1784,  se estipulaban los días y ocasiones en el que la Orden debía celebrar sus reuniones para el culto, bien para la Eucaristía, para las vigilias o luminarias o exequias, pero nada se apunta de otras prácticas piadosas que le eran propias.




 

La vida de oración y las festividades que debían celebrar los seglares servitas  estaban fijadas en las constituciones  de la “Consortio Servorum sanctae Mariae” de Martín V que nos presentan un tipo de vida basada en la fraternidad, oración y pobreza. La oración común subraya el ritmo monástico  pues los integrantes debían recitar todas las horas canónicas, en el caso de no poder hacer el oficio canónico debían rezar 28 padrenuestros y 14 en las vísperas, más 7 en cada una de las demás horas. A cada padrenuestro debía unirse un Ave María en honor de la Virgen (Cap. VI La recitación de las horas canónicas); de igual forma debían recitar 50  salmos del salterio ante la noticia del fallecimiento de algún hermano - en el caso de no saber leer debía rezarse cien padrenuestros y al final de cada uno dales Señor el eterno (Capítulo décimo sexto Muerte de hermanos y hermanas y sufragios) Las reuniones generales para participar en la Eucaristía se fijaban Cuatro veces al año, en las fiestas de Navidad del Señor, Resurrección, Pentecostés, Asunción o Natividad la Virgen (Capítulo octavo. Confesión y comunión )a las que debían asistir confesados para poder comulgar.

 

Las constituciones de Martín V conocieron a lo largo de los siguientes años diversas "modificaciones" o mejor dicho ciertas interpretaciones para poder adaptarlas a los cambios sociales y espirituales de las comunidades de terciarios servitas. En España, como ya hemos apuntado en otros estudios, contaron con un manual dado a la imprenta en 1687 bajo el título del "Congregante y siervo perfecto de la SSma. Virgen de los Dolores"  por el Provincial de los Siervos de María en Aragón, el P. Fray Lorenzo Reymundínez, autor también del  "Septenario y Corona dolorosa" que sirvió para extender esta práctica piadosa propia de las congregaciones y terciarios servitas. En Andalucía se pudo contar con otra obrita publicada por el Arzobispo de Granada Don Diego Escolano: "Constituciones de la Congregacion de los devotos Siervos de Maria Santissima [...] fundada en el año de 1668 " y que serviría como base para la redacción de las reglas particulares de muchas de las congregaciones de nuestra región.




 

Los cultos en la Regla de 1783.

 

La vida cultual de la Orden Tercera de Carmona queda recogida en los capítulos VIII al XI en los que se determinan las "Fiestas en obsequio de la Virgen Santísima" (8), los ejercicios de piedad (9); los días de misa con comunión general (10) y "De los sufragios de los Hermanos Difuntos" (11).

 

Los principales días de celebraciones se centralizaban como es lógico en las fiestas marianas existentes en la liturgia de ese momento: Dolores, Asunción, Natividad y Purificación - entendiéndose por el día de la Candelaria- . En estas festividades la congregación debía citar por escrito a sus hermanos avisándoles de la celebración de ser Misa de Comunión General lo que les obligaba a realizar días previos la Confesión y determinándose en la Regla: "que hasta que nuestros hermanos ayan comulgado, no empiezen  a arrimarse a la varandilla (comulgatorio) ntras. hermanas"(10) evitándose de este modo la proximidad de ambos sexos en una misma fila.

 

La celebración de las denominadas  Misas de Comunión General fueron de uso frecuentes por parroquias, hermandades y congregaciones para solemnizar determinados días y hacer participar a un mayor número de fieles, pues las misas diarias y en muchas parroquias las dominicales se celebraban al alba por lo que una gran parte de la población trabajadora le era imposible poder participar. Tras la celebración del Concilio de Trento, san Pío V prohibió la celebración de la Misa después del mediodía a excepción de la del Gallo, pues había que asegurarse el ayuno eucarístico de doce horas.  Sólo los domingos se celebraba además de la de Alba otras misas, una a hora Tercia (sobre las 09:00 hrs.) y poco antes del mediodía la Misa Mayor con sermón desde el púlpito en castellano, única parte que no lo era en latín.

 

Los fieles no acostumbraban a comulgar en las misas  pues se consideraba que el sacerdote comulgaba en sustitución del pueblo y tras la comunión debía tener unos minutos de intimidad y oración personal, de forma que sí daba la comunión entre los fieles perdería la concentración, tan importante después de haber recibido a Dios mismo como alimento de su alma.

 

En algunas ocasiones la comunión se repartía después de la misa en el sagrario aunque en todo caso a un número muy selecto de fieles. Por eso en ciertas ocasiones solemnes donde se llamaba a la participación de los fieles a comulgar dentro de la misa ésta se designaba de Comunión General pues el ayuno eucarístico exigía entonces 12 horas sin comer antes de poder comulgar- por lo que  no se podía cenar ni comer nada desde el día anterior  sobre las 6 de la tarde-.  Se elegía por tanto para la misa de comunión general, no la del alba, sino una posterior, la de Tercia pues permitía poder cenar a la caída de la tarde. La celebración de la Misa era  rezada y sin sermón, y cuando se iba a dar comunión a los fieles se daban tres golpes de campanillas para que se acercaran a la barandilla a comulgar.

 

Terminada la ceremonia  se realizaba a continuación un desayuno y posteriormente se volvía asistir a la Misa Mayor en la que el predicador contratado exaltaba la devoción de la corporación.

Otro culto importante era el Septenario "que en memoria de sus Dolores, se haze en la Quaresma de cada año".  Se iniciaba el domingo primero de Pasión  para concluir el mismo viernes de Dolores - según determina la Regla- lo que comportaba seis días de cultos centralizados en la exposición del Santísimo  con la participación de importantes predicadores pues la homilía debía ser siempre una exaltación de los valores de la Orden y de su espiritualidad; el Viernes de Dolores se realizaba "con plátika y Procesión de Escapulario que hace esta Congregación la tarde del Segundo Domingo de cada mes".  Igualmente se determina en la regla para este día que "siempre que tenga fondos para ello aya de dar comida a los pobres de la cárcel el día de Viernes de Dolores de cada año".






Para la celebración del Septenario los hermanos debían contribuir "con diez y seis maravedíes cada hermano y hermana anualmente" (C.VIII).  Cultos que debieron de contar pronto con afluencia de fieles pues dos años más tarde el cabildo "acordó poner bancas" para su celebración ya que en esa época sólo las personas de cierto nivel económico llevaban sus sillas/reclinatorios para las celebraciones religiosas permaneciendo la mayoría de pie o en el caso de las mujeres sentadas sobre esteras. (Acta del 31 de marzo de 1786)

Durante el año los terciarios se reunían todos los viernes del año en el templo del Salvador para realizar "el ejercicio de la via-sacra y que en estos mismos días de fiesta se hace la corona de ntra. Dolorosa Madre en su Capilla, y ante su Altar" (C.IX).  En la obra el Congregante perfecto se determina esta celebración semanal en la que tras una larga meditación se asperjaba a los fieles durante diversas oraciones, la lectura del Evangelio del domingo precedente, y luego  dos de los terciarios se colocaban junto al altar para sostener un crucifijo y el otro una calavera mientras que el Corrector daba lectura a cada dolor de la Santísima Virgen a los que se añadiría el rezo del Padrenuestro, Ave María y Gloria. En cuaresma podía imponerse el Ejercicio Penal o aplicación de disciplina.

Otro momento en lo que los siervos se reunían y sostenían culto era con motivo del fallecimiento de algún hermano por el que debían aplicarse "Siete Misas rezadas en memoria de los Siete Dolores de María Santísima en su Altar y Capilla" y que debía celebrar el Corrector y se abonaban mediante el pago de cuatro maravedíes por el resto de terciarios, limosna que recogía el Padre de Almas.






Cultos no reglados

La orden tercera debió de contar con cultos propios  en san Bartolomé diferenciados de las Esclavas, pues  las quejas sobre ello  subyacen en gran medida en los inicios del pleito entre la congregación rosariana y los terciarios. En el Cabildo constituyente se acuerda celebrar otra serie de celebraciones que no aparecen en las recién aprobadas Reglas y que se dan a entender que cuentan ya con cierta costumbre entre sus miembros, como era la celebración todos los viernes  de una misa cantada  "y que después de concluida se diga y se haga su Rogativa por su aumento (de la orden) y demás remedios espirituales y temporales de nuestros hermanos , que se pida por el Barrio siempre que se verefique no haber devoto  que pague el estipendio por ella" (Acta. 3 de diciembre de 1784).  

De igual forma se aprueba organizar el cobrar las Luminarias a los hermanos "haciéndose el callejero correspondiente por el dicho Padre Cura Corrector".

Nos llama la atención que la reunión mensual para el culto que mantenían los miembros de las órdenes terceras, no esté determinada en la regla pero si se alude a ella como ya hemos mencionado al tratar del Viernes de Dolores donde se sugiere "la Procesión de Escapulario que hace esta Congregación la tarde del Segundo Domingo de cada mes". Siendo curioso el domingo elegido pues lo acostumbrado era el tercer domingo y no el segundo, creemos que el cambio quizás se pueda deber a dos razones: bien por qué las esclavas ya lo celebraran en ese día o por no rivalizar con las otras órdenes terceras establecidas en los conventos de franciscanos, dominicos y carmelitas de la ciudad, que contaban con siglos de presencia en ella.  Los servitas iniciaron este culto mensual  celebrándolo con solemnidad y por las calles colindantes de la Parroquia del Salvador lo que vendrá a provocar un nuevo enfrentamiento con las Esclavas que protestan ante las autoridades este modo de proceder ya que no estaba recogido en las reglas del Orden Tercero. Particular que se describe en las actas y que en otro momento dedicaremos un estudio.

A lo largo de las siguientes centurias los cultos continuarán sin cambio alguno, sólo los que las diferentes crisis sociales, sanitarias y económicas van a imponer en determinados momentos. A mediados del Siglo XIX se incorpora un Quinario en honor del Niño del Dulce Nombre - desconocemos en qué mes se realizaría- pero por las partidas económicas podemos suponer debía celebrarse con cierta solemnidad y para el que compusieron diversas Coplas al uso del momento. La unión con las Hermandades Sacramentales y de Ánimas de la Parroquia fomentó el culto eucarístico, realizándose para ello un magnífico manifestador en plata de ley con el escudo de la congregación, compuesto por dos óvalos con el corazón traspasado en uno y el anagrama de Cristo en el otro, todo bajo un pabellón y corona real. Las piezas de plata de este manifestador se encuentran en la Parroquia de Santa María, unas sin uso y otras aplicadas a una pieza que se usa desde hace algunos años como fondo del crucifijo en el altar portátil  que se usa para la novena de la  Virgen de Gracia Patrona de Carmona.






Práctica devocional diaria.

Las Constituciones de Martín V estipulaban que los terciarios - en ese momento vivían junto a los conventos de la Orden- se unieran a la celebración de las Horas Canónicas o bien lo sustituyeran por el rezo de Padre nuestros; al erigirse las congregaciones de terciarios fuera de los conventos o vivir lejos de ellos los seglares están impedidos de poder asistir, por lo que se determinaron diversos momentos en los que con diferentes oraciones el terciario consagraba el día y sus labores a Dios por medio de su devoción a la Santísima Virgen tal como recoge el Padre Fray Lorenzo Raymundínez. Cada uno de estos momentos contaban con oraciones propias, lo que fomentó la edición de pequeños libritos oracionales que acompañaban a los hermanos y poder hacer las oraciones al levantarse, a media mañana, antes de comer, a media tarde y antes de dormir. Los sábados, día consagrado a María, el devoto podía ayunar o realizar alguna mortificación.

Otras prácticas habituales era la visita a los enfermos pobres, visitando los hospitales y procurando meditar con ellos; realizar sufragios por las almas del Purgatorio; tratar bien a los criados - si los tuvieran- y dar limosna a los pobres. Todo un ejercicio y práctica de las obras de Misericordia.

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