sábado, 29 de diciembre de 2018

NUESTRA FRATERNIDAD RECIBE UNA RELIQUIA DE SAN MANUEL GONZÁLEZ


En la festividad  litúrgica del santo de los sagrarios abandonados San Manuel González, el próximo día 4 de enero, nuestra Fraternidad va a recibir la donación de una reliquia de este santo sevillano que ha sido recientemente canonizado por el Papa Francisco.
En la Auténtica, firmada y sellada por el Postulador General Fray Romualdo Rodrigo O.A.R., se certifica que en la teca lacrada se encuentra un fragmento de hueso de San Manuel González


SAN MANUEL GONZÁLEZ. Reseña biográfica.
… ¡Nada! Yo no os pido ahora dinero para los niños pobres. Ni auxilio para los enfermos. Ni trabajo para los parados. Ni consuelo para los afligidos. Yo os pido una limosna de cariño para Jesucristo Sacramentado; un poco de calor para esos Sagrarios tan Abandonados. Yo os pido, por el amor de María Inmaculada, Madre de ese Hijo tan despreciado, y por el amor de ese Corazón tan mal correspondido, que hagáis compañía a esos Sagrarios Abandonados."
Nació en Sevilla en 1877 en el seno de una familia humilde y profundamente religiosa. Su padre, Martín González Lara, era carpintero, mientras su madre Antonia se ocupaba del hogar. Se ordenó sacerdote en 1901. Arcipreste de Huelva donde fué capellán de los servitas, Obispo de Málaga y posteriormente de Palencia. Murió en Madrid el 4 de enero de 1940.
Siendo un joven sacerdote, fue enviado a predicar una misión a Palomares del Río. Esperaba una gran acogida, un pueblo fervoroso, grandes conversiones y muchas confesiones. Sin embargo, encontró un pueblo frío, nadie salió a recibirlo, ni acudieron a su convocatoria. Encontró, una iglesia restaurada pero descuidada y, además, algo  que le produjo una sacudida al corazón, algo que cambió su vida: a Jesús Abandonado en su Sagrario, sucio y olvidado. " Allí me quedé un rato largo y allí encontré mi plan de misión y alientos para llevarlo a cabo: pero sobre todo encontré… allí, de rodillas ante aquel montón de harapos y suciedades, a través de aquella puertecilla apolillada a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba… sí. Me parecía que después de recorrer con su vista aquel desierto de almas, posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más, que me hacía llorar y guardar al mismo tiempo las lágrimas para no afligirlo más, una mirada en la que se reflejaba una ganas infinitas de querer y una angustia infinita también por no encontrar quien quisiera ser querido. Sí, sí, aquellas tristezas estaban allí en aquel Sagrario oprimiendo, estrujando al Corazón dulce de Jesús y haciendo salir por sus ojos su jugo amargo, ¡lágrimas benditas las de aquellos ojos!… ¿verdad que la mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca?”.
Nunca olvidó esa mirada y consagró su vida entera a acompañar y a hacer acompañar al Gran Abandonado, a Jesús en el Sagrario. 
Su amor a la Eucaristía le llevó a desplegar una intensísima labor apostólica y social con niños, con los obreros y pescadores, con las mujeres y los ancianos,… Fue catequista insigne, fecundo escritor, editor de la revista “El granito de arena”, fundador,… siempre con el objetivo de hacer acompañar a Jesús en el Sagrario y de que todo el mundo conociera y experimentara ese amor de Jesús que se da.
Fundó varias obras sociales en Huelva y construyó un nuevo seminario en Málaga. En el año 1931 rigió la Diócesis de Gibraltar y Madrid. Cuatro años más tarde, en 1935, Pío XI le asignó la sede palentina, donde consumó la ofrenda de su vida a imagen del Buen Pastor.
Tras vivir la experiencia del Sagrario abandonado de Palomares , el 4 de marzo de 1910, fundó en Huelva la primera rama de la Familia Eucarística Reparadora (formada por laicos, consagrados y sacerdotes), con el fin de dar y buscar una respuesta de amor a Cristo Eucaristía. También fundó dos revistas de acción eucarística.
Su amor a los más débiles fue constante. Al ser nombrado Obispo  de Málaga el banquete de autoridades lo empleó en un banquete a los niños pobres, quienes junto con los sacerdotes y seminaristas sirvieron la comida a más de tres mil niños. O cuando, ante el desbordamiento del río Guadalmina por lluvias torrenciales y la insuficiencia de los remedios de que se disponía para reparar los daños de las graves inundaciones, el santo prelado se lanzó a la calle a pedir limosna personalmente. Ya en Huelva, como párroco de San Pedro, había promovido las Escuelas Católicas, «muy grandes y de balde para los niños pobres»; y, ante la hambruna que asoló la ciudad en 1913, ordenó que en todas las escuelas se dieran vales a los niños en cuyas casas se pasara hambre. Organizó peticiones de ayuda en las calles, que él mismo dirigió, acompañado de feligreses. Ayudó y acompañó en su sufrimiento a las familias de los barrios más desfavorecidos y creó escuelas allá donde fue menester para aportar esperanza a quienes vivían en estos focos de miseria.
Que quisiéramos a Jesús en el Sagrario, fue el objetivo de toda su vida, y a eso nos sigue enseñando, pues Don Manuel está enterrado debajo del Sagrario de la Catedral de Palencia, con una lápida blanca y sencilla que recoge el epitafio que él mismo escribió: “Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, esté siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí esta Jesús!, ¡Ahí está! ¡No dejadlo abandonado!”. Fue canonizado por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016 tras el reconocimiento canónico de varios milagros

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