Juana de Florencia vivió en el
primer siglo de la Orden, desde su juventud, venciendo los atractivos del mundo
y vistiendo el hábito de la Tercera Orden, se dedicó al servicio de la Virgen
con una vida casta y penitente. Algunas imágenes, de las que no pocas son
significativas por su antigüedad y autoridad, la representan entre los santos
más ilustres de la Orden: a veces la colocan al lado de san Felipe Benicio, o
bien, la representan no sólo con un lirio, sino también con un libro en la
mano. El papa León XII confirmó su culto en 1828.
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