lunes, 14 de enero de 2013

SANTOS SERVITAS: SAN ANTONIO MARÍA PUCCI, SACERDOTE O.S.M.


12 de enero

Fiesta
       Nació el año 1819 en la aldea de Poggiole, de la diócesis de Pistoya. A la edad de 22 años ingresó en nuestra Orden; recibida la ordenación de presbítero, fue enviado a Viareggio, donde vivió cuarenta y cinco años, hasta su muerte, ejerciendo de párroco. Fue nombrado prior conventual, luego provincial; desempeñó estos cargos, más que como superior, como un hermano que sirve y ayuda a los demás hermanos. Se dedicó plenamente al servicio de Dios y de nuestra Señora, y socorrió con generosa caridad a todos los fieles, en especial a los más necesitados. Murió el 12 de enero del año 1892. Fue canonizado por el papa Juan XXIII en el año 1962.

                          

Del Oficio de Lecturas
Entregado totalmente a Dios y al pueblo que le había sido confiado

        Antonio María Pucci nació en la aldea de Pogiole, de la diócesis de Pistoya, en 1819. Hijo de familia numerosa y de padres muy virtuosos, en su adolescencia se distinguió por su piedad y dedicación al estudio. A la edad de dieciocho años, movido por su especial devoción a la santísima Virgen, ingresó en la Orden de los Siervos de María. Hizo el noviciado en Florencia y, terminado éste, estudió con asiduidad filosofía y teología en Monte Senario durante seis años.
       Al año siguiente de la profesión solemne y de la ordenación sacerdotal, fue enviado a Viareggio como coadjutor de la parroquia de san Andrés, y al cabo de tres años fue nombrado párroco de esta parroquia, ministerio que desempeñó con toda fidelidad durante cuarenta y cinco años, hasta su muerte, dando ejemplo de una vida santa y llena de actividad pastoral, entregado totalmente a Dios y al pueblo que le había sido confiado. No obstante la intensidad de su apostolado, nunca desatendió el estudio, y así, obtuvo el grado de maestro en sagrada teología.
     Durante varios años fue prior del convento de Viareggio y prior de la provincia toscana, cargos que ejerció con admirable prudencia y acierto, a pesar de las adversas circunstancias: el poder político y las leyes de la época eran hostiles a las órdenes religiosas y a los institutos de vida común.. En el desempeño de los cargos de prior conventual y provincial, recordando las palabras de san Agustín. Prefirió ser amado a ser temido por los frailes, feliz de servir con la caridad más que de dominar con el poder.

                                                   


        Se distinguió por la humildad, el riguroso dominio de la lengua, el trato habitual y familiar con Dios, el amor a la pobreza. Se hizo yodo para todos, a fin de ganar a todos para Cristo; buen pastor conocía personalmente a sus ovejas, las amaba como un padre y no dejaba nunca de ayudarlas con la predicación de la palabra de Dios y la luz de sus buenos consejos. Ayudaba siempre a los necesitados, ofreciéndoles incluso sus vestiduras; con razón fue llamado “padre de los pobres”. Como fiel ministro del sacramento de la penitencia, dedicaba cada día muchas horas al bien de las almas. Sus ocupaciones cotidianas eran trabajar por la conversión de los pecadores, consolar a los afligidos, perdonar las ofensas recibidas, extinguir los odios y enemistades, devolver la paz a las familias, asistir solícita y paternalmente a los enfermos y moribundos. La máxima prueba de caridad hacia el prójimo la dio con ocasión de una epidemia de cólera: durante dos años apenas se concedió descanso alguno y, sin velar por su salud, se consagró día y noche al cuidado de los afligidos y enfermos. El Señor le concedió varios carismas, principalmente el don de escrutar los corazones y el don de curación; algunas veces fue arrebatado en éxtasis y experimentó el fenómeno de las levitaciones.

                                              

       Fundó en su parroquia y dirigió con notable prudencia un grupo de Hermanas Siervas de María, cuya finalidad era la educación cristiana de las jóvenes. Para fomentar la vida cristiana instituyó numerosas asociaciones para niños y jóvenes, para hombres y mujeres; promovió las conferencias de san Vicente de Paúl, recientemente introducidas en Italia desde Francia, e incrementó el apostolado a favor de las misiones.
Fue el primero que proyectó y llevó a cabo una “casa” en la costa marina para alojamiento y atención de los niños de endeble salud. En la realización de toda su obra pastoral fue sostenido y animado por su amor al santísimo Sacramento y a la Virgen de los Dolores, a quien consagró solemnemente su parroquia.
       Finalmente, habiéndose privado de su manto en lo más crudo del invierno para cubrir a un pobre, fue víctima de una pulmonía. Pocos días después, el 12 de enero de 1892, confortado con los santos sacramentos, moría en olor de santidad con el duelo general de la ciudad, aun de los mismos enemigos de la Iglesia, que lamentaban la pérdida del “padre común”. Al iniciarse el Concilio Vaticano II, en 1952, fue canonizado por el papa Juan XXIII. El cuerpo de san Antonio María Pucci es venerado en la basílica de san Andrés de la ciudad de Viareggio, Italia.

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