jueves, 5 de mayo de 2016

ORACIÓN ESPECIAL POR LOS ENFERMOS DE CÁNCER CON MOTIVO DE LA FIESTA DE SAN PEREGRINO


Nuestra Orden Seglar dedicará la próxima celebración de los Viernes de la Misericordia a los enfermos y familiares de quienes sufren enfermedades tumorales con motivo de la fiesta litúrgica del  abogado de estas enfermedades  el  santo servita San Peregrino Laziosi y del que la Fraternidad de Carmona  custodia una Reliquia.
La oración se realizará en el templo del Salvador el viernes 6 de mayo a las 18 horas, con Exposición Solemne del Santísimo Sacramento y Hora Santa - dedicada a pedir por la salud de los enfermos-.  Una vez finalizada podrá recogerse el aceite bendecido de San Peregrino.


BIOGRAFÍA LITÚRGICA DE SAN PEREGRINO LAZIOSI
 En el año de 1283 san Felipe Benizi, entonces prior general de los Siervos de María, cuando trataba de conducir a los ciudadanos de Forlí, sujetos a entredicho, a la obediencia de la sede apostólica, fue arrojado con golpes e insultos de aquella ciudad. Mientras san Felipe, como fiel imitador de Cristo, rogaba por sus perseguidores, uno de ellos, un joven de dieciocho años y de distinguida familia, llamado Peregrino Laziosi, arrepentido, fue a pedirle humildemente perdón. El piadoso hermano lo recibió afablemente. Desde entonces, aquel joven empezó a despreciar las vanidades del mundo y a invocar con fervor a la Virgen para que le mostrara el camino de la salvación. No mucho tiempo después, favorecido por una especial iluminación de nuestra Señora, acudió al convento de los Siervos de Siena, en donde, después de vestir con gran devoción el hábito de la Virgen, se entregó con ardor a su servicio. Allí, con la ayuda del beato Francisco de Siena, se fue ejercitando en el estilo de vida y normas de los Siervos de María. Algunos años más tarde, fue enviado de nuevo a Forlí. Allí, lleno del amor de Dios y de nuestra Señora, se dedicaba sin tregua a recitar salmos, himnos y oraciones, amén de la meditación de la palabra de Dios; su ardiente amor al prójimo lo impulsaba a socorrer a los pobres en sus necesidades, abriéndoles los tesoros de la caridad. Así, más de una vez plugo al Señor otorgar sus dones a los necesitados por intercesión del santo. Se cuenta que san Peregrino, ante el desolador espectáculo de la escasez de víveres en Forlí y en toda la región de Romaña, multiplicó milagrosamente el vino y el trigo. También se destacó Peregrino por su espíritu de penitencia: derramaba copiosas lágrimas al recordar sus pecados y se confesaba con frecuencia; mortificaba su cuerpo con toda clase de penitencias: rendido por el cansancio, se apoyaba en el escaño del coro o en una piedra; sorprendido por el sueño, no buscaba el lecho sino que se tendía en la tierra desnuda. A consecuencia de tal rigor, a la edad aproximada sesenta años, comenzó a sufrir un voraz cáncer originado por una llaga varicosa que padecía en la pierna derecha. El médico Pablo Salazio fue a visitar al paciente siervo de Dios y, con el consentimiento de la comunidad, determinó amputarle la pierna. Peregrino, la noche anterior a la operación, se arrastró hasta la sala capitular para orar ante un Crucifijo que allí había; entonces, agotado por el cansancio, se quedó dormido: en el sueño le pareció ver a Jesús que bajaba de la cruz y le sanaba la pierna. A la mañana siguiente, el médico se presentó para llevar a cabo la amputación, pero no encontró ninguna señal de la gangrena ni cicatrices del cáncer. Quedó atónito, y esparció por toda la ciudad la noticia de tan portentoso milagro. Tal prodigio contribuyó a acrecentar la veneración que todos sentían por Peregrino. Él, por su parte, crecía cada día en perfección y en el deseo de los bienes 3 celestiales. Finalmente, aquejado por una altísima fiebre, cuando se acercaba a los ochenta años, entregó su alma a Dios en el año 1345. Extraordinaria fue la afluencia de gente, de la ciudad y de los alrededores, ante su féretro. Se cuenta que algunos enfermos obtuvieron la salud por intercesión de Peregrino. Su cuerpo se conserva con gran veneración en la iglesia de los Siervos en Forlí. El papa Pablo V lo beatificó en el año 1609 y el papa Benedicto XIII lo canonizó en el año 1726. Desde el momento de su fallecimiento su tumba y reliquias se convirtieron en lugar de peregrinación de los enfermos y familiares de quienes sufren tumores.

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