El 16 de noviembre celebramos la
fiesta de todos los discípulos de Cristo que vivieron su experiencia cristiana
en la Familia de los Siervos de María y hoy gozan de la visión del Señor en la
Jerusalén del cielo; son hermanos y hermanas nuestros que en varias situaciones
de vida -religiosa, consagrada, laical- siguieron al Señor inspirándose
constantemente en la Virgen nuestra Señora y siguiendo las líneas fundamentales
de la espiritualidad de los siete santos Fundadores.
Son hombres y mujeres para
quienes el servicio fue norma de vida; la fraternidad, un ideal constantemente
perseguido; la humildad y la misericordia, virtudes características; la amistad
y la belleza, valores objeto de continua búsqueda; la sobriedad, un estilo de
vida; la dedicación a santa María -la Sierva del Señor que acoge con su
"fiat" el Verbo, la Mujer transida de dolor junto a la Cruz, la Reina
de misericordia, la gloriosa Señora-, elemento irrenunciable y título de gloria
de su compromiso religioso.
Hermanos nuestros por la común
vocación, hoy bienaventurados en el cielo, son para nosotros intercesores,
amigos, modelos. Y son testimonio fehaciente de la validez y dignidad de
nuestra vocación de siervos de santa María.
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