jueves, 10 de febrero de 2011

SIETE SANTOS PADRES FUNDADORES

Próximo el día 17 de febrero fecha en que la Iglesia Universal celebra la festividad de los Siete Santos Fundadores, origen de nuestra Orden, es el momento, como preparación a la misma, de repasar brevemente su historia.
Existía en la ciudad de Florencia una hermandad, conocida como Sociedad de Santa María, integrada principalmente por los miembros de las más destacadas familias de mercaderes y patricios, a cuyos miembros se les conocía vulgarmente como laudesis o alabadores de la Santísima Virgen. A esta corporación parece haber pertenecido el grupo de siete jóvenes que hacia el año 1230 dieron inicio a la Orden de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María. Los siete formaban parte de lo que hoy llamaríamos la junta rectora, es decir, el elemento más vivo y entusiasta de la cofradía. Desconocemos las fechas de sus nacimientos, pero ciertamente eran todavía jóvenes cuando en 1233, comenzaron su movimiento de índole espiritual que fructificaría en la erección de la Orden.
El 15 de agosto de 1233, día consagrado a la Asuncion de la Santísima Virgen, estos siete gentiles hombres florentinos sintieron una común inspiración de hacer vida contemplativa. Pidieron para ello la bendición de su obispo, que se la otorgó, se despidieron de sus familias y el 8 de septiembre de ese mismo año, día de la Natividad de Nuestra Señora, se recogieron en una casita, Villa Camarzia, en un suburbio de Florencia, no lejos del convento de los franciscanos, y en las inmediaciones de la Iglesia de Santa Cruz.
Sin embargo, la casa, que ni siquiera era propiedad de ellos, sino de otro miembro de la cofradía, resultó pronto excesivamente centrica para sus deseos de oscuridad, olvido y renunciamiento, por ello decidieron mudarse,pasando así a otra casa que la cofradía tenía en el Cafaggio, algo más alejada de la ciudad.
En 1241, durante el periodo de luchas entre el emperador Federico II y la Sede Apostólica, estos devotos de la Virgen, conocidos ya como compañía laica de los Siervos de Santa María, nombre, al parecer. sugerido por san Pedro de Verona, que residía por entonces en Florencia, y que  habían adoptado el habito propio de los penitentes, es decir, el de "paño pardo". Temiendo que por imposicion de los gibelinos se vieran forzados a regresar a sus casas, aceptaron el consejo de Ardigo, obispo de Florencia, y decidieron retirarse al monte Senario, lugar alejado unas dos leguas de la ciudad y adonde acudían muchos florentinos en busca de luz y consuelo.
Subieron y edificaron en lo alto, con materiales muy pobres, un oratorio dedicado a Santa María y allí se fueron a vivir. Pero la mejor y más preciada confirmación la tuvieron el Viernes Santo de 1239; la Santísima Virgen se les apareció para encargarles que llevaran un hábito negro, en memoria de la pasión de su Hijo, y para presentarles la regla de San Agustin. Después de esta aparición, ya no había lugar a dudas, acudieron al obispo de Florencia  para regularizar su situación canónica. Y, en efecto, el obispo impulso a los siete el habito que les había mostrado la Virgen, recibió sus votos y les dio las sagradas órdenes, excepto san Alejo Falconieri que mostró su deseo de no ser ordenado sacerdote, lo que consiguió, muriendo como simple hermano. Algunos de ellos también aprovecharon esta ocasión para cambiar de nombres.
Consientes de que no sólo estaban para conseguir su santidad, sino que esta debía se extendida a los demás hombres, admitieron a más hermanos y comenzarón a acrecentar la nueva Orden, cuya principal artífice en la edificacion fue Nuestra Señora, fundada sobre la humildad de  los  hermanos, construidas sobre  su caridad y conservada por su pobreza. Compromiso que llevó hasta su extremo más radical fray Bonfigio, Prior Mayor de la iglesia de Santa Maria de Monte Senario, y otros diecinueve religiosos que prometieron no entrar jamás en posesión de bien alguno.
El Papa Benedicto XI en 1304, Bula Dum Levamus, aprobó definitivamente la Orden de los Siervos de Maria
Estos siete hombres, que durante sus vidas habían permanecidos unidos por el vinculo de una autentica fraternidad, fueron luego objeto de una misma veneración. El Papa León XIII, el año 1888, los canonizó a todos juntos con los nombres de Bonfigio, Bonayunta, Maneto, Amadeo, Hugo, Sosteño y Alejo. Sus cuerpos se conservan en Monte Senario, en un mismo sepulcro; así, un solo relicario guarda los restos mortales de aquellos que habían vivido siempre como hermanos.

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